lunes, 8 de enero de 2018

Clasificación en arqueología: clases y tipos




El arqueólogo es una especie de detective que, pista tras pista, por más pequeña que sea e insignificante que parezca, va reconstruyendo un caso: la historia de un pueblo, un estado o un imperio. Pero, como buen detective empieza con la escena caótica de un crimen, que en este caso será un yacimiento o sitio arqueológico.

La evidencia rescatada del yacimiento pasa por diversos análisis, unos muy complejos y otros más sencillos, para finalmente obtener resultados científicos que indiquen que clase de yacimiento y cuales actividades se realizaban en el lugar de excavación, de modo que pueda con tales resultados compararlos con los de otras excavaciones y así, en cadena, ir poniendo en orden el desorden inicial de los datos materiales, que luego serán, en conjunto, parte de la historia humana.

En el principio, el caos.

Toda investigación de un yacimiento empieza con la recolección de materiales, que como ya se dijo, involucra todo lo que el área de excavación o estudio contenga, lo cual en principio es un enorme caos atemporal, un desorden gigante, en el que se hallarán materiales de toda clase, ya sea orgánicos (como semillas, huesos, fibras, madera y demás), e inorgánicos, (que serán todos aquellos cuya materia prima no provenga de animales o plantas, como cerámica, lítica, metales, etc.) todo lo cual estará mezclado, sin orden aparente, pues son residuos de actividades cotidianas. Este caos podría pensarse que no ocurre en fosas funerarias, pero es una apreciación equivocada, pues en una fosa, aparte de los objetos completos que se hallen, habrá un sinfín de otros que a simple vista son “invisibles”, como restos de polen, restos de alimentos, restos de evidencia del uso de madera, y demás posibles elementos que, accidentalmente o no, al momento de sellar la fosa quedaron atrapados en su interior.