La zona de Bagaces contiene una serie de yacimientos
arqueológicos muy interesantes y por desgracia, poco o nada estudiados. Los
esfuerzos que se han realizado por parte de arqueólogos han dado un resultado
tan pobre, que bien podemos decir que esta zona carece de estudios contextuales
y estructurales de importancia.
Se sabe que fue una zona muy poblada entre los años 300-800
d.C., pero también sabemos que luego del año 800 la gran mayoría de este
territorio no tuvo poblaciones permanentes, constituyendo uno de los misterios
históricos más interesantes de Costa Rica.
A pesar de llevar el nombre de un cacique de lengua náhuatl,
en la zona no existen yacimientos de esa etnia, y los más próximos al momento
en que llegaron los europeos son de filiación chibcha (corobici) . Tampoco en el área indicada por los
historiadores existe registro de ningún yacimiento posterior al año 800 d. C.
El pueblo náhuatl que refiere J. Vásquez de Coronado posiblemente era
originario de la banda sur del lago de Nicaragua, o de alguna isla de dicho
lago. Qué estuvieran Bagatzi y su pueblo en la zona del actual Bagaces, pudo
deberse a cientos de causas promovidas por la ocupación europea de Nicaragua.
Este escrito trata sobre las estructuras funerarias y
habitacionales de un pueblo que emigró y abandonó una zona inmensa, luego de
haberla ocupado masivamente. Se verá el material residual y se discutirá sobre
las distintas relaciones estilísticas del mismo, con el afán de aportar un
grano de arena al conocimiento histórico de la zona.
Ilustración 1: Ubicación de la zona arqueològica de Bagaces.
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Antecedentes culturales
El pueblo que originó los restos culturales de esta zona tuvo
su desarrollo en la península de Nicoya y al norte de la misma, hasta el lago
de Nicaragua, aproximadamente desde el año 500 a.C. hasta el año 300 d. C.
Se caracteriza esta sociedad primigenia por algunos
elementos materiales muy típicos, tales como los dijes de jadeíta, las mazas
rompe cabezas labradas exquisitamente en formas zoomorfas y antropomorfas en
toda clase de piedra (fig. 1) y, las piedras de moler labradas por debajo con
complicados ideogramas.
En cuanto a la cerámica cabe destacar algunas formas de
botellas zoomorfas que usan el asa de “estribo y pico”, semejantes a las de Perú
y Ecuador de ese momento de desarrollo técnico. Esta cerámica está decorada por
líneas de color negro, morado tenue, y a veces blanco delimitado por finas
líneas esgrafiadas, todo sobre fondo generalmente rojo.
El resto del ensamblaje cerámico y lítico es más sencillo y
pasó casi sin ninguna modificación importante hasta el final de la fase Bagaces,
a eso del año 800 d. C.
Los modos decorativos de este periodo inician dos grandes
tradiciones en el horizonte cerámico de la región occidental y nor-oriental. Se
puede afirmar que la policromía nace en la cerámica de asa de estribo,
continuando luego en una serie de tipos bicromos y tricromos en el periodo
siguiente, los cuales a su vez se transforman en los policromos llamados
Carrillo (se compone esta cerámica de varios tipos y variedades). La otra gran
tradición estilística es la incisa-esgrafiada, la cual se inicia con la cerámica
denominada Ballena y Diriá inciso (según Baudez, 1967). De estos tipos derivan
casi todos los demás (policromos locales de base no blanca e incisos/esgrafiados) inclusive, los
inmediatos a la llegada de los europeos, tanto de la región occidental como
oriental y norte.
Los pueblos de la zona de Bagaces son en realidad el
desarrollo de una sociedad originaria que al ir incorporando nuevos elementos a
su complejo ideológico, va modificando sus rasgos estilísticos materiales, los
cuales a su vez originan la base modo-formal de culturas tardías tanto en
Nicoya como en Guanacaste.
Datos geográficos de la zona de
Bagaces
La zona de Bagaces comprende tres
elementos importantes: las tierras altas de la cordillera oriental de
Guanacaste, la franja de pie de monte, que se caracteriza por ser una llanura
ondulada cruzada por muchos ríos permanentes y, la llanura aluvial occidental,
caracterizada por sus ríos anchos, lagunas y pantanos.
Figura 2: Llanura ondulada al pie de monte de la zona de Bagaces. A la derecha las estribaciones de la cordillera de Guanacaste. |
Suelos
La llanura ondulada se compone básicamente de suelos tipo Regasol,
que son muy rocosos con material degradado y, sobre las llanuras occidentales
los suelos son del tipo Hidromorfos, o sea, turbosos con exceso de humus o con
carencia del mismo. Los suelos cordilleranos suelen ser del tipo Andosol y
Litosol, caracterizándose el primero por ser suelos poco evolucionados de cenizas
volcánicas, pesados y poco profundos, compactos, mientras los segundos son
suelos de montaña, pedregosos y poco desarrollados (Fuente: Pérez, sf (Citado por Nuhn, 1978); Solano, 1996, en Regiones y
subregiones climáticas de Costa Rica. Solano et al, Instituto Meteorológico
Nacional).
Régimen pluvial
El área de llanuras en conjunto recibe un promedio de entre 1300
a 2500 mm anuales de lluvia, distribuidos de mayo a principios de diciembre,
siendo el resto del año marcadamente seco y barrido por fuertes vientos alisos,
mientras el área cordillerana presenta a partir de los 800 metros de altura
lluvias casi todo el año (+/- 230 días), promediándose la cantidad de agua en
unos 3100 mm anuales.
Hidrografía
La zona corresponde con la cuenca del rio Bebedero, formada
por unos 25 ríos que nacen en la cordillera. Estos ríos suelen estar encajonados en cauces excavados
en el lecho de igmimbrita (formación Bagaces y Liberia), por lo que presentan
mucha arena blanca o amarillenta.
Los ríos que nacen en la cordillera mantienen el agua todo
el año, aun durante las sequías más fuertes, pero aquellos que lo hacen en el
pie de monte o, inclusive en las llanuras onduladas, suelen secarse tras uno o
dos meses de no recibir lluvias.
Figura 3: Tipo de
río propio de las llanuras onduladas de la zona de Bagaces.
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Por su forma comúnmente encajonada, estos ríos no causan
problemas de inundación hasta llegar a las llanuras aluviales. En ese punto los
ríos saturados se desbordan formando, cuando bajan, grandes áreas pantanosas y
lagunas, muchas con tamaño suficiente para contener el agua durante toda la
estación seca.
Datos sobre cultivos básicos tradicionales de la zona de Bagaces
Entre los expertos actuales se discute un importante tema:
¿fue la zona capaz de mantener una población regular? Se supone que la
respuesta a esta incógnita resolverá en parte el misterio del abandono de la
zona. Lo que no responde es el motivo por el cual no se volvió a poblar luego,
sabiendo que las tierras bajas occidentales y las tierras altas nor-orientales
si se mantuvieron pobladas.
La zona presenta varios problemas en términos productivos.
Se pueden citar como principales los siguientes:
1-Toda esta zona se encuentra en una región propensa a
padecer fuertes sequías.
2-El riego continuo no se podía desarrollar con la
tecnología productiva de ese tiempo histórico, pues los ríos en la parte más
poblada (llanura ondulada o intermedia) discurren encajonados en un lecho
rocoso, con desniveles arbitrarios en las planicies a sembrar.
3-El riego discontinuo solo puede servir para casos de
emergencia en áreas de cultivo bastante reducidas.
4-La falta de fertilizantes agregados hacía que los campos
de cultivo tuvieran que rotarse cada cierto tiempo (barbecho), alejando los
poblados y dispersando la población.
5-El sistema de despejar el campo era esencialmente mediante
el fuego, el cual podía llegar a ser tan intenso que endurecía los suelos
arcillosos provocando que con la lluvia el agua discurriera rápidamente. Esto
fue especialmente un problema en los años con escases de lluvia, pues el agua
no penetraba bien el suelo endurecido, lavando la capa superior y exponiendo
las raíces o semillas del cultivo.
¿Cuáles eran los cultivos básicos? Por los artefactos
recuperados por los arqueólogos sabemos que el uso del maíz fue primordial.
Normalmente este cultivo se acompaña de otro: el frijol, aunque de este no se
ha recuperado evidencia directa ni indirecta de su consumo. Tanto el maíz como
el frijol fueron la base alimenticia de todos los pueblos de la región
occidental, como lo atestiguan los relatos europeos del siglo XVI, y no hay
motivo alguno para no suponer que durante la ocupación de la zona de Bagaces
(300-800 d.C) esto fuera distinto.
El maíz para grano se sembraba en el mes de agosto, para ser
cosechado en la época seca, mientras el maíz para ser usado en “elote” se
sembraba a inicios de la época lluviosa. Se usaban distintas clases de maíz
según la época del año y la finalidad del cultivo (uso de emergencia, para
grano y como elote), de manera que la explotación del terreno fuese lo más
intensiva posible.
Se ha calculado la cosecha de grano por hectárea (10,000
metros cuadrados) entre 800 a 1, 500 kilogramos de grano, pero hay que
considerar las pérdidas por humedad y plagas, de las cuales ignoramos su efecto
en esos tiempos. De acuerdo con los datos anteriores, un poblado basado en
relaciones familiares podía fácilmente lograr la cantidad de grano para uso
propio anualmente. En casos de excedentes estos debieron ser comerciados con
otros que tuvieran faltante.
El frijol se sembraba de dos formas: tapado y asociado. La siembra
de frijol tapado se daba cuando se tiraba abajo el bosque, fuese primario o
secundario y ya se había quemado. La semilla de frijol se lanzaba sobre todos los restos que quedaban
de troncos, ramas, hojarasca, bejucos, y se dejaban crecer. Para
este sistema se usaba una cantidad alrededor de 40 Kg de semilla por cada
10,000 metros cuadrados de siembra, para cosechar entre 150 y 200 Kg.
El otro sistema de sembrar frijol fue el asociado con el
maíz. En este caso se sembraba el frijol a lado y lado de las hileras de maíz
para que al crecer usara el tallo de la planta de maíz para enrollarse en esta.
Así se calcula una producción de unos 500Kg por cada 10,000 metros cuadrados
sembrados.
Al
frijol, tanto tapado como asociado, se le agregaban otras plantas que quizá no eran de uso básico pero si fueron importantes, entre ellas
el ayote y las calabazas (un grupo importante de cucurbitáceas), y sin duda
otras plantas. Las cucurbitáceas tuvieron una importancia que ignoramos hoy,
pero sabemos de su uso por las muchas vasijas hechas con la forma de ese fruto.
Pequeñas vasijas "guápil" o gemelas en forma de ayotes (Cucurbita spp.) |
Como fácilmente se aprecia, la zona en condiciones
climáticas normales no tuvo problemas para abastecer una población constante.
Caza y pesca más recolección estacional proveyeron alimentos sin dificultades,
y las plantaciones de frutas, palmitos y nueces complementaron la dieta. Un
factor independiente tuvo que ser la razón de la migración. Se puede considerar
algún tipo de sequía que durara muchos años, pero no hay explicación hipotética
más o menos inteligente que explique el no retorno o, que otros pueblos no
se asentaran en la zona abandonada.
Arqueología de la zona de Bagaces
La zona en cuestión se caracteriza en términos arqueológicos
por los yacimientos funerarios en forma de enormes montículos de piedra.
Normalmente estos montículos tienen asociados un área de enterramientos a ras
de suelo, separados del montículo principal.
Todo montículo fue levantado en una prominencia del terreno,
procurando elevarlo lo más posible, además de estar siempre asociado a una
fuente de agua, normalmente un río, aunque puede ser un naciente o una laguna.
Otras estructuras funerarias son conocidas, tales como los
popularmente llamados cementerios de rodelas. Se componen estos de una “rodela”
o tapa de piedra más o menos circular, de entre 5 y 10 metros de diámetro, que
cubre una sepultura. Hay rodelas más grandes y parece que contenían varias
sepulturas.
En algunas partes se pueden ver cementerios de rodelas
formando un promontorio sobre el terreno. Estos casos suelen ser vistos como el
origen de un montículo, pero es improbable que lo sea y más bien habría que
catalogarlos como una estructura intermedia independiente, tanto por sus
características formales como estructurales.
Características generales de los montículos
Los montículos a pesar de tener algunas diferencias
formales, por lo general comparten al menos, la estructura básica de una
“mastaba”. Las características comunes son:
1-Todo montículo presenta una forma aproximadamente elíptica
u ovoide, aunque algunos se aprecian un poco circulares.
2-El lugar en que se levantó el montículo siempre fue una
prominencia del terreno, la cumbre del cual se modificó hasta el manto de
igmimbrita, usándose esta para levantar la “huaca”.
3-El montículo nunca se ubicó a más de 500 metros de un
curso de agua, o de una laguna. Es evidente que se buscaba una distancia
específica pues en ciertos yacimientos hay promontorios naturales aptos para
levantar el montículo más cercano al agua, pero aun así mantienen más o menos una
distancia de entre 500 a 100 metros (se debe mencionar que en algunos
casos la distancia se acortó bastante en relación con el río. Se observó que
estos casos se dan cuando el río está muy encajonado).
4-La altura normal de estas estructuras es de unos 2 a 5 metros,
pero es corriente que la altura varíe conforme al terreno en que se levantó la
“huaca”.
Figura 5: Montículo
o huaca. Obsérvese el material de construcción y la altura en relación al
individuo, que está sentado a la entrada de un hueco hecho por saqueadores
(huaqueros).
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Clases de montículos
Generalizando un poco se puede decir que existen dos clases
de montículos; a) los montículos “tipo Norte” y, b) los montículos “tipo Sur”.
Los denominados como de tipo Norte suelen ser estructuras
muy largas, aplanadas y, no muy altas (entre 2 y 2,60 metros de altura). Otra
característica importante es el uso de grandes columnas, tanto como tapa de
algunas sepulturas como de pilares externos. Se conocen pilares de estos de más
de 5 metros de altura, pero lo normal es que sean entre 2 a unos 4 metros de
altura (fig. 6).
Acompañando a los pilares o columnas son frecuentes los
llamados popularmente mojones (fig. 7). Estos son piedras más o menos de forma
columnar, pero pequeños, de 1 a 1,50 metros de alto. Estos mojones aparecen
como indicador de tumbas o como separador de sección dentro del montículo.
Figura 6: Columnas o
pilares, originarios de la huaca Siete Cueros, hoy en el cuartel de Liberia,
Guanacaste.
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Según testigos los pilares se encontraban en los extremos
cortos del montículo, o también, al centro del mismo. En la figura 6 se
muestran cuatro pilares que originalmente se encontraban en la huaca Siete
Cueros de Montano.
Otro tipo de pilar se encontró en muy pocas huacas. Se trata
de una columna muy alta y de superficies más o menos pulidas. Esta superficie
sirvió para tallar una serie de emblemas, normalmente caras humanas y de
animales, como fue el caso de la huaca Mojica y Guacalito.
Figura 7: Huaca o
montículo tipo Norte, con mojones simples y uno con un rostro (extremo derecho
de la foto).
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Los montículos tipo Sur suelen ser más altos, más compactos
por ser menos largos, y en ninguno se hallan pilares o columnas, aunque si
mojones.
Curiosamente (sin haberse cuantificado) a simple vista
pareciera que los montículos o huacas tipo Sur tienen menos mojones, al menos
en las ruinas se observan muchísimo menos.
Otro elemento en que varían ambos tipos es en la frecuencia
relativa de algunas cerámicas. Por ejemplo en los montículos tipo Norte hay menos policromos mientras que en el tipo Sur estas cerámicas son más visibles
entre el material descartado por los saqueadores (ver Parte III y IV).
Aunque en los dos tipos de montículo se encuentran objetos
de jadeíta, según refieren algunos datos en las huacas tipo Norte es donde más
se encontraron y, donde estaban los de mejor calidad.
Estas diferencias superficiales podrían deberse, entre otras
cosas, a factores temporales donde los montículos tipo Norte serían un poco más
antiguos que los del tipo Sur.
La huaca Siete Cueros se encuentra en las proximidades de
Montano, en la llanura ondulada. El río más próximo es el Montano, pero pudo haber existido una fuente de agua más cercana, solo que hoy esta seca (fig. 8).
Se trata de un montículo tipo Norte, de forma elíptica u
ovoide. Como promedio tiene una altura de unos 2 metros al medio (fig. 5).
Esta es una de la las famosas “huacas del jade”, y fue
profusamente saqueada entre 1970 y 1975.
Material cerámico
El material desechado por los saqueadores que se puede observar en superficie se puede dividir en tres grandes categorías: 1, los restos de enormes vasijas de almacenamiento, 2 el conjunto de vasijas de tamaño normal de uso domestico-cotidiano y 3, restos de vasijas de magnífico acabado (de uso elitista, restringido).
El material de la categoría 1 incluye una gran variedad de
cerámicas cubiertas por pintura roja y diseños en negro y blanco, o solo
pintura roja (varios tonos) que cubre todo el cuerpo de la vasija, a excepción
del cuello que se dejaba del color de la arcilla. La categorìa 2 incluye una serie muy homogénea de tinajas, ollas, platos y platones de fondo cóncavo, formas que en su mayoría evidencian un uso individual o, a lo sumo familiar. Por su parte, la categoría 3
involucra finas cerámicas incisas, policromos, modelados, acanalados, ocarinas, pitos y objetos de culto.
En todos los yacimientos de este periodo cultural es muy
frecuente encontrar restos de enormes vasijas monocromas rojas (varios tonos) y de superficie sin color
agregado. Muchas fueron vasijas para la chicha, una especie una de cerveza, pero otras tienen unas fuertes marcas de fuego que indican que se usaron para cocinar (figs. 9 y 10).
Las grandes vasijas para chicha y para cocinar están
conforme con prácticas o rituales funerarios donde se consumía mucha comida y
bebida, y que en determinado momentos algunas vasijas se quebraban como parte del ritual. La alta
frecuencia de esta cerámica en esta huaca sugiere que tal forma ritualista fue
practicada, provocando que en las áreas de enterramiento (montículo y cementerio de rodelas) estas cerámicas
sean lo más común, no así en las areas domésticas donde los restos de esta clase de vasijas son escasos.
Figura 9: Bordes de
grandes vasijas de almacenamiento. Escala en centímetros. Huaca Siete Cueros.
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Figura 10:
Fondo de grandes vasijas rojo monocromas quemadas por exposición directa al
fuego. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros.
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La cerámica de uso común (doméstica-cotidiana) también es frecuente en los
residuos. Es un grupo de objetos bastante simple: ollas, cuencos abiertos y
cerrados. Este grupo de formas es la base de la cerámica que se aprecia en los
yacimientos habitacionales. Casi todos son del color de la arcilla con el borde
pintado en rojo de varios tonos (fig. 11).
La vajilla pequeña o de tamaño normal estuvo depositada en
las sepulturas y, dado que no representaba ninguna ganancia para el huaquero solían
abandonarlas o quebrarlas. Esto se ve claramente en el tipo de fractura de los
fragmentos, donde fácilmente se aprecia que los bordes de fractura son
recientes.
Figura 11:
Fragmentos de vasijas de uso doméstico común. Vasija insertada (Ej) corresponde
al mismo tipo y forma de los fragmentos. Escala para los fragmentos en
centímetros. Huaca Siete Cueros.
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Otras formas de estas clases cerámicas usuales a nivel
doméstico también están representadas en la muestra. Se trata de objetos
abiertos que desempeñaron el papel de platos, con la diferencia de que los
bordes son altos, pues la comida era mayormente preparada en agua. El tamaño de estos objetos indica un uso colectivo, quizá a
nivel de familia nuclear, y más que nada funcionaron como portadores del
alimento, del cual se servían los usuarios (fig. 12).
Dentro del grupo de cerámicas utilitarias comunes las formas
más frecuentes siguen siendo las de ollas y tinajas. En este caso pueden haber
servido de almacenamiento, pero su tamaño hace pensar en una función más
restringida, de índole familiar (fig. 13).
Clases de soportes
Los soportes sólidos en la muestra corresponden al grupo de uso
común. Estos son del tipo llamado “bala” por su forma cónica y pequeña, sin
color agregado y sin decorado de ningún tipo.
Pertenecen al grupo cerámico utilitario doméstico, siendo
parte de las vasijas que contuvieron ofrendas en las sepulturas, muy posiblemente como contenedores de
algún tipo de alimento (fig. 15; b-e).
Figura 15:
Clase de soportes. Soportes bala, b-e; soporte sonoro, a; soporte de pedestal,
f. Ej, forma de vasija que usa los soportes a-e. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros.
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El soporte “a” de la fig. 15 es de una clase cerámica muy
común al sur-oeste de la zona de Bagaces y en la región Norte. Puede que se trate de cerámica de
comercio, aunque es atrevido asegurarlo. Se trata de soportes sonajero que siempre presentan la forma de una cabeza humana, y la superficie interna del objeto es siempre color rojo o morado, muchas veces con diseños en negativo.
Los soportes de grandes tamaños, huecos-sonajero, también se encuentran en el yacimiento. Corresponden a copas ceremoniales cuya función debió ser la misma o alguna muy semejante a la de formas artefactuales similares de la región oriental de Costa Rica. Quizá la particularidad que se ve en el material de la huaca Siete Cueros es el gran tamaño que tuvieron estas vasijas (fig 15 bis).
La cerámica decorada
La decoración típica de este periodo es a base de dibujos en
líneas negras sobre rojo y, negras y blancas sobre rojo, que son estilos que provienen del período
anterior y tuvieron una larga existencia. Junto a este grupo, digamos común, esta el grupo de vasijas decoradas con lineas incisas y acanaladas, algunas de las cuales de excelente acabado y gran finura (fig. 15 bis-2; a-d, g, h).
Figura 15 bis-2: Cerámica acanalada; a, b. Cerámica incisa; c, d, g, h. Ceramica modelada; e. Ceramica policroma con modelado (ver Ej-1); f. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros. |
Ej-1: Forma de vasija policroma-modelada, semejante al fragmento "f" de la figura 15 bis-2. |
Las novedades para este periodo van surgiendo poco a poco y
en ciertos lugares, expandiéndose su uso primero como objetos de comercio y
luego ya incorporándose a la producción local. Un caso de estos puede ser el de la cerámica policromo/modelada, la cual presenta un desgrasante particular que indica al menos, que estos objetos no se fabricaron en áreas próximas al montículo (fig. 15 bis-2; f).
Por el contrario, objetos modelados de gran calidad como el que se ilustra en la fugura 15 bis-2; e, si son de producción "local" (área próxima), con lo cual se nota una cierta especialización en la producción de bienes de "lujo" en el lugar en que se encuentra el montículo o en otro yacimiento sercano.
El vaso mostrado en la fig. 15 bis-2; f, presenta un rostro humano con una particularidad: la nariz del modelo estaba cortada luego del tabique nasal, lo que provoca esa imagen "extraña" de nariz muy corta con las fosas nasales hacia el frente.
Por el contrario, objetos modelados de gran calidad como el que se ilustra en la fugura 15 bis-2; e, si son de producción "local" (área próxima), con lo cual se nota una cierta especialización en la producción de bienes de "lujo" en el lugar en que se encuentra el montículo o en otro yacimiento sercano.
El vaso mostrado en la fig. 15 bis-2; f, presenta un rostro humano con una particularidad: la nariz del modelo estaba cortada luego del tabique nasal, lo que provoca esa imagen "extraña" de nariz muy corta con las fosas nasales hacia el frente.
Otras formas de decoración pintada son unas manchas en forma
de gota o de hoja, color rojo sobre natural de la arcilla. Estas manchas se
pintaban de modo contrapuesto en número de cuatro (fig. 17).
La cerámica con estampado de concha, caracol y elementos
triangulares que podrían ser dientes de tiburón, son en este yacimiento muy
comunes, al igual que en todos los demás, tanto habitaciones como de
enterramiento (fig. 17-d, e). Los modelos estampados tiene una larga trayectoria
histórica, y se originaron aun antes que los tipos de línea pintada, muy probablemente
en la zona baja del río Tempisque y la costa occidental de Nicoya.
Figura 16 I-bis: Variaciones típicas de las cerámicas de linea negra. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros. |
Las formas de las vasijas bicromas son muy recurrentes, con
pocas variaciones. Pero en el caso de la cerámica tricroma si se dan de manera
común diversas formas, desde antropomorfas y zoomorfas, a copias vegetales,
como de cucurbitáceas o raíces de yuca o mandioca, platos, cuencos, tinajas y
demás.
Figura 17: Cerámica decorada común, “a” asa
con patillaje, “b” líneas anchas blancas
alternando con negro fugitivo (parecido a la cerámica tricroma antes vista),
“c” manchas en forma de gota, "d-h", estampado con concha y caracol, "j" decoracion aplicada, "k" lineas rojas horizontales sobre beige, "l" sección boquilla de ocarina. Escala en pulgadas.
Huaca Siete Cueros.
Un grupo de grandes vasijas de almacenamiento (de 1, 60 a más de 2 metros de altura) presentan un decorado especial, aunque siguen el patròn tìpico de otras vasijas pintadas tricromas màs pequeñas. Se trata de una serie de lineas gruesas negras, vertiales, que cubren el alto cuello de estas vasijas. Estas lineas (que fueron pintadas sobre una base crema) se alternan con motivos geométricos, pero nunca interviene el color rojo en el arreglo en esta sección, pero el labio externo e interno de la vasija, así como el cuerpo de la misma, son de color rojo o morado. El cuerpo estuvo igualmente pintado con anchas lineas negras y blancas que, con el agregado de elementos adeheridos de arcilla formaron lo que debió ser una vasija impresionante, no solo por su tamaño, sino por el conjunto decorado "en grande". Estas vasijas enormes decoradas tan profusamente no se volverán a ver en la región después del año 700 d.C. (fig. 17 bis).
Figura 17 bis: Grandes vasijas de almacenamiento tricromas. Ej, forma general de estas vasijas. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros. |
Lítica
El trabajo en piedra de este yacimiento contempla los
grandes pilares (fig. 6) y la escultura (fig. 5 y 18).
Sobre los pilares o columnas solo cabe mencionar que en el
sitio había restos de unos pilares muy cilíndricos y terminados en punta roma.
Eran muy anchos y debieron ser bastante altos. También se encontraron mojones
en forma de barril con una cara en un extremo (fig. 7).
La escultura presenta dos estilos muy bien definidos, siendo
el más común el de una talla en bulto bastante simple, con solo el esbozo de la
figura general, pero con cierto detalle en algunas partes. En la figura 5 se
muestra uno de estas esculturas (estaba en el hueco realizado por los
saqueadores que se ve en la foto).
El otro estilo de escultura es más dinámica, mejor terminada
y de motivos más audaces, de esta solo se halló un fragmento (fig. 18).
Figura 18:
Fragmento de escultura. Escala en pulgadas, huaca Siete Cueros.
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De las piedras para moler se encontraron restos de los
estilos típicos de la época. Uno es el de piedras de molienda con grandes
soportes curvados hacia afuera, con el plato curvo y extremos simples (fig.
19). El otro estilo es el de soportes cónicos, pueden ser cortos o muy largos.
El plato de estos artefactos es plano con los extremos muy levantados y en
forma de abanico. El de soportes cónicos cortos presenta un plato siempre
curvo, con los extremos muy parecidos al estilo de soportes muy largos (fig. 19;
II-Ej)
Las piedras de moler de soportes cónicos son del tipo
observable en los sitios habitacionales, principalmente la variedad de soporte
corto (fig. 19; I, b-c), aunque son más comunes unas piedras de moler de
soportes muy cortos, simples o en forma de disco. Las piedras de moler de
soporte curvado al exterior (fig. 19; I-a, I-Ej) no se encuentran fácilmente en los
sitios habitacionales, ni en los montículos del tipo Sur, sin embargo es una
clase frecuente (relativamente) en yacimientos de la cordillera y de la región
Norte pre-cordillerana (Upala-Guatuso).
En todos estos yacimientos suelen encontrarse fragmentos de
hachas acinturadas de diversos estilos, idénticas a las que se hallan en la
región Oriental. En este yacimiento se encontraron de dos estilos: en forma de
paleta acinturada y, en forma de “8” horizontal (fig. 20).
Las hachas lasqueadas se han catalogado, al menos las
semejantes a las de este yacimiento, como herramientas agrícolas, ya fuera para
cortar yerbas o como macanas para aflojar la tierra. Si bien pudieron servir
para esas funciones, las marcas de uso no lo demuestran. Otro dato importante
es que suelen aparecer estos objetos lasqueados en contextos especiales, no
pocas veces asociados con artefactos marcadores de estatus social.
Resumen
La huaca Siete Cueros es uno de los yacimientos famosos por
la calidad de sus objetos, lo cual apenas se refleja en el material descartado por los
huaqueros o saqueadores a nivel general. Sin embargo, elementos como las columnas, los mojones "barrilete" con caras y las esculturas la separan un poco de otros monticulos de la zona.
El material antes
visto corresponde en términos generales al de uso cotidiano. Son grandes
vasijas de almacenamiento, de uso comunal y familiar, y vajilla de servir. El
que sea tan abundantes como desechos, indica que se usaron masivamente en ceremonias de enterramiento o pos-enterramiento,
lo cual era una práctica común de todas las culturas que habitaron Costa Rica.
Sin embargo se ve fácilmente que los acabados de las
diversas formas de vasija no son casi nunca toscos. Existe una selección en
torno a los objetos que se usaron en estos festejos funerarios.
Los tamaños artefactuales más pequeños corresponden a objetos depositados en las tumbas, los cuales contenían ofrendas alimenticias simbólicas u otros materiales orgánicos que muy pocas veces se conservan.
Los tamaños artefactuales más pequeños corresponden a objetos depositados en las tumbas, los cuales contenían ofrendas alimenticias simbólicas u otros materiales orgánicos que muy pocas veces se conservan.
La lítica, siempre escasa en los montículos, es del orden
funcional, pero aun así los tamaños de algunos objetos no son comunes.
Los fragmentos de piedras de moler I-a y II-c, de la figura
19 son ejemplos de enormes piedras de moler que solo se hallan en determinados yacimientos funerarios. Las piedras de moler en los yacimientos
habitacionales son del tipo I-b, c y II-a, b, además de otros tipos más
sencillos.
PARTE II
Cementerio de rodelas La Montaña
El yacimiento del La Montaña está asociado a la huaca Siete
Cueros. Se localiza a 200 metros al noreste del montículo, sobre una especie de
pretil extendido que luego continúa bajando al este suavemente.
Este yacimiento se compone de dos sectores muy interesantes:
el cuadrante y el cementerio de rodelas.
El cuadrante es una estructura rectangular hecha de trozos
de igmimbrita blanca a manera de lajas, abierta al norte. En todas partes se
encuentran fragmentos, pero al lado oeste de la entrada al cuadrante hay un
sector casi superficial compuesto de cientos de pequeñas piedras de rio
mezcladas con lo que parecieran miles de fragmentos y pedazos de lajas de
origen sedimentario, con trozos de igmimbrita. El área es concentrada y
disminuye el material residual a los lados rápidamente, tanto que a los dos o tres metros de lo que se supone es el centro del depósito, ya casi no hay
fragmentos.
La entrada al cuadrante da directamente, a 52 metros hacia
el norte, a un cementerio de rodelas. No existe ninguna duda sobre la conexión
entre ambos rasgos, aunque el material arqueológico varía bastante entre ambos
puntos (fig. 21).
Yacimientos
habitacionales asociados
Cruzando un llano ondulado al este del cuadrante, a 178
metros del cementerio se localizó, en la parte alta del terreno, un sector
posiblemente habitacional (fig. 21). Sobre el terreno se observan fragmentos
cerámicos y lascas líticas, aparte de piedrecillas de río dispersas sobre el
terreno. El conjunto residual no es de carácter disperso, y ocupa un
área de unos 450 a 500 metros cuadrados. La próxima concentración de material
se localizó a 400 metros sureste del cuadrante, en las orillas de un cauce seco
sin nombre. Este último yacimiento se denominó Y-3, y contenía un material no
común.
Material arqueológico
del cuadrante
La característica superficial de este sector del yacimiento
La Montaña son los grandes fragmentos de vasijas de almacenamiento, las cuales
se dividen en dos grupos bien definidos por el grosor de sus paredes. El grupo
1 presenta un rango mínimo de 2 centímetros y un máximo de 4 centímetros de
grosor, mientras que el grupo 2 tiene un rango de 1,6 a 1,9 centímetros de
grosor de pared (fig. 22).
En ambos grupos el tamaño fue tan grande que los fragmentos,
a pesar de ser de tamaño considerable se aprecian con muy poca curvatura.
Figura 22:
Fragmentos de grandes vasijas de almacenamiento, grupo 1. Sitio La Montaña,
sector el cuadrante. Escala en pulgadas. |
La cerámica del grupo 1 y 2 presenta el mismo tratamiento de
superficies, el cual no es especial, pero tampoco burdo. Llama la atención la
gran cantidad de tiestos que fueron recubiertos de pintura rojiza o anaranjada,
y algunos inclusive fueron cubiertos por una fina capa de pintura morada (fig.
23, a-b). Restos de estas vasijas vistos en areas habitacionales no suelen tener este recubrimiento, siendo normalmente del color beige natural de la arcilla.
La mayoría de estas grandes vasijas tuvo forma
ovoide-vertical, con una base reducida para ser empotrada en la tierra (fig.
23-Ej).
Figura 23:
Grandes vasijas de almacenamiento, bordes y forma general (Ej). Sitio La
Montaña, sector el cuadrante. Escala en pulgadas para los fragmentos. Al. Ej. 2
ms.
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Sin embargo se observó que un porcentaje indeterminado de
estas vasijas tuvo forma compuesta (parte superior acampanada o de cuello muy
restringido), adoptando formas más frecuentes de otros tipos cerámicos de
tamaño mediano y normal (fig. 24).
Figura 24: Cuellos de vasijas de almacenamiento tipo compuesto.
La superficie negra es moho. Sitio La Montaña, sector el cuadrante. Escala en
pulgadas.
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Hacia el lado del depósito la cerámica tiende a ser de
tamaño regular, aunque siempre muy grande, mientras la que se halló asociada a la estructura era la de mayor volumen. Es interesante que los fragmentos de
las vasijas de almacenamiento no presenten igual distribución en un área tan
pequeña.
La cerámica del depósito se encontraba tan concentrada que
parecía que estuviera estibada. Aquí nuevamente encontramos dos rangos
distintos de cerámica según su grosor de pared. El tipo de vasija común, que
oscila entre 0,3 y 0,9 centímetros de grosor de pared, es el más frecuente, seguido de tiestos de
vasijas regulares, cuyo grosor de pared es de 1 a 1,5 centímetros. Lo más
llamativo de este grupo quizá sea la diversidad de formas artefactuales,
encontrando tazones, platos cóncavos, tinajas y copas con soportes muy grandes
y huecos.
Figura 25:
Bordes que corresponden a tinajas; e-g, semejantes a Ej; a-d, tinajas de cuello
amplio. Sitio La Montaña, sector el cuadrante. Escala en pulgadas.
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En el grupo de las tinajas se da una forma, poco usual en
otros sitios, que resultó muy frecuente en el depósito. Se trata de un gran
recipiente de borde exverso y boca ancha. Tiene la particularidad de presentar
toda la superficie exterior acanalada, y el borde interior todo cubierto de
pintura rojo-café (fig. 25; a-d).
Otras formas son el tazón o guacal y las ollas de boca abierta,
todas vasijas muy comunes en los yacimientos habitacionales y funerarios del
área (fig. 26).
Figura 26:
Ollas; a-b, d; y tazón; c. Ej, forma
general de las ollas. Sitio La Montaña, sector el cuadrante. Escala en
pulgadas.
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Los platos son de borde amplio, extendido y, decorado. El
interior es cóncavo y son bastante grandes. Este grupo de objetos tiene la
decoración sobre el borde (que por su forma sirve de asa). Consiste esta en
líneas incisas o acanaladas que limitan áreas con diseño de “red” incisa o,
figuras modeladas (fig.27; c-e). En estas es típica de este yacimiento el
motivo del “prisionero”, el cual consiste en un cuerpo con los brazos y piernas
extendidos, a veces en forma paralela, pero más comúnmente aparecen en forma de “X”
(fig. 27).
Figura 27:
Bordes de platos. Incisos-acanalados; a, b, d. Motivo el “prisionero”; c, e.
Ej, forma artefactual. Sitio La Montaña, sector el cuadrante. Escala en
pulgadas.
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Una de las vasijas más interesantes de este sector del sitio
La Montaña son las copas de soportes muy altos, huecos (sonajeros). El complejo
cerámico normal del área tiene unas copas también con soportes, los cuales
pueden ser un tanto altos, pero es un tipo muy distinto al que se encontró en este
yacimiento donde curiosamente ese tipo común no se halló.
La copa digamos común es una vasija que en relación a los
soportes es grande. Los soportes, huecos, siempre son ovoides terminados en
punta, y tienen una serie de orificios circulares siempre hechos a los lados
del soporte. El tipo que aparece en La Montaña es de copa pequeña y cuello muy
alto, todo sostenido por tres soportes muy altos a los cuales no se les hizo
orificios circulares, sino rectangulares, ya fuera al frente (uno solo) o a los
lados.
La punta de estos soportes puede ser muy aguzada y larga, o
terminada en punta roma un poco extendida hacia afuera (fig. 28; c, d, g).
Estas copas trípodes recuerdan mucho a las de la región
Oriental y Central de Costa Rica, pero ejecutadas de manera más simple y
rústica. El caso "g" de la figura 28 corresponde a la punta final de un soporte muy largo y estilizado, idéntico en su forma a los de la región Oriental.
La cerámica decorada
La cantidad de cerámica decorada es realmente sorprendente,
y aún más asombrosa resultó al no ser el área del depósito de carácter
funerario.
Por la época en que funcionó el yacimiento (300-800 d.C) la
cerámica decorada no era muy variada y, generalmente se basa en patrones lineales
pintados en negro sobre rojo, con algún motivo modelado o líneas acanaladas,
incisas o mixtas en patrones regularmente geométricos. Puede que los mejores
exponentes modelados de la época fueran las ocarinas llamadas Marbella, las
cuales son magníficamente formadas con diseños esgrafiados o incisos muy finos,
a veces rellenos de blanco, sobre superficies negras o marrón oscuro.
En el área del depósito se encontró una enorme cantidad de
cerámica de línea negra y blanca sobre rojo, y lo más curioso es que pertenece
al tipo funcional de vasijas de almacenamiento.
Figura 29:
Cerámica de línea negra y blanco sobre rojo. Sitio La Montaña, sector el
cuadrante. Escala en pulgadas.
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Figura 30:
Cerámica de línea negra y blanco sobre rojo. Vasijas de almacenamiento rango
medio; a-d. Vasijas de tamaño normal; e-g. Sito La Montaña, sector el
cuadrante. Escala en pulgadas.
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También se encontró
una variante muy interesante de esta cerámica de línea negra. Se trata
de un gran fragmento de vasija de almacenamiento, el cual está cubierto por un
motivo que con solo verlo se nota que tiene una divergencia con el resto del
material. En primer lugar el orden de las líneas fue invertido, siendo la línea
negra usada de marco para la línea blanca. En segundo lugar el diseño es
curvilíneo, cuando el modo tradicional es geométrico de líneas rectas.
A pesar de que el color blanco en este yacimiento es de muy
mala calidad y desapareció en la gran mayoría de los casos, en el caso que
tratamos este está bien conservado, esto tomando en cuenta que dicho fragmento
se encontraba expuesto (fig. 31; b). El caso "a" de la misma figura puede haber sido igual al "b" en el sentido de que las lineas negras limitaran a las blancas, o sea, en sentido contrario de lo normal.
El color blanco usado normalmente en este yacimiento es de
textura arenosa y de tonalidad crema o amarilla clara, lo que hace pensar que
se trata de polvo de igmimbrita preparado como pintura usando algún adherente.
Solo se localizó un tiesto con pintura blanca real en este sitio, y otro en el
montículo o huaca Siete Cueros (fig.14-b). Esta se aplicó sobre una superficie morada
a modo de gruesa banda. En un extremo del mismo fragmento se distingue una
línea ancha del blanco local, o sea, el amarillento. Se ignora qué tipo de
cerámica es esta (fig. 32, b).
Una modalidad que se ve tanto en el montículo Siete Cueros
como en este yacimiento es la pintura morada. Se observó que en la huaca Siete
Cueros algunos fragmentos con la orilla roja y el resto del borde, fuese
exterior o interior, cubierto de pintura morada. En la cerámica de La Montaña
esto es muy común, y no se observa en muchos casos por ser una aplicación muy
superficial (fig. 32; a).
Un caso bastante extraño es el fragmento “c” de la figura
32. Se trata de un tiesto que presenta un decorado inciso, realizado con peine.
El diseño observable es el de varias líneas en sentido horizontal que se juntan
con otro grupo semejante colocado en forma oblicua.
El último caso extraño de la muestra del depósito es un
tiesto que presenta tres líneas acanaladas amplias, dejando un lomo entre
ellas. Este caso podría estar ligado a los bordes de la figura 35 (a-d). Si
esto fuera así, esta sería una cerámica exclusiva de este yacimiento.
Figura 33:
Modos comunes de decoración: Impreso con concha arrastrada; a, b. Banda ancha y
achatada de arcilla agregada a la superficie; c. Sito La Montaña, sector el
cuadrante. Escala en pulgadas.
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Lítica
Al contrario del montículo Siete Cueros, el yacimiento de La
Montaña prácticamente no presentó restos en piedra. Salvo los curiosos
fragmentos de laja sedimentaria y de cascajo, solo se halló un extremo corto de
una mano de moler reutilizada como machacador
(fig. 34, a).
Figura 34:
Lítica del yacimiento La Montaña, sector el cuadrante. Un extremo de mano de
moler; a. Lascas de igmimbrita; b, d, f. Laja; c, e, g.
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Los restos de igmimbrita pertenecen a la formación Liberia y
su presencia entre los restos cerámicos se debe sin duda a las excavaciones
realizadas al momento de hacer lo depósitos o las tumbas (ver descripción de la
tumba). La piedra de laja se usó en la estructura del nicho funerario, pero se
ignora de donde la trajeron pues no existe un afloramiento conocido de esta
piedra.
Sector cementerio de rodelas
A los 50 metros norte del cuadrante se encontraba el
cementerio de rodelas o “ciego”. Este consistía en un grupo de tumbas cuya tapa era de forma circular.
Muy pocos fragmentos se podían observar, pero en una
sepultura que no podía tener más de dos días de saqueada, se encontró un grupo
de grandes fragmentos cerámicos depositados sobre el cascajo o manto de
igmimbrita del fondo.
Se procedió a
recolectar la mayor cantidad posible de las partes de vasijas que obviamente
habían sido quebradas por los huaqueros, y se hizo un esquema de la forma,
relleno y medidas de la sepultura (fig. 35).
Descripción de la tumba
La tumba tenía un disco de piedra de más o menos 1, 80
metros de diámetro como tapa, cubierta por una capa de tierra negra (TN en la
fig. 35). Luego seguía una chimenea estrechada al medio, más amplia arriba y al
fondo hecha con piedra pesada y “sonsogüite”, un barro negro, esto media 1, 70
metros de altura (TSP). Al finalizar la chimenea el espacio de la tumba se
abría en forma de plato inverso, relleno de dos tipos de tierra. El superior
(TA-ROS) era tierra con arena, de tono rojizo o rosáceo, mientras que la
segunda capa era una especie de arena color crema, muy suelta, que cubrió hasta
el fondo (ACR). El cadáver debió yacer en un nicho hecho en el cascajo, en
forma elíptica. A ambos extremos había, también tallado en el cascajo, una
grada superior, la cual se supone debió tener las ofrendas, y donde se había
dejado los fragmentos y dos lajas de mediano tamaño y muy poco gruesas. Estas
lajas se cree estuvieron tapando la cabeza.
Material cerámico
La cerámica descartada por los huaqueros o saqueadores se
divide en dos grupos: la común en forma y, la de formas elaboradas.
La cerámica común a pesar de su condición simple, presenta
elementos que la distinguen. Las superficies son muy pulidas, brillantes.
Formas de ollas normalmente sin color agregado, se encontraron cubiertas de
rojo, y las paredes en todos los casos son finas, de poco grosor. En todos los
casos se notó que estos objetos fueron muy bien tratados, con más esmero y
cuidado que aquellos de uso doméstico-cotidiano.
Figura 36:
Grupo de vasijas de borde rojo. Se trata de pequeñas tinajas finamente
acabadas. Ej, ejemplo de forma de “a-d”. Sector cementerio de rodelas. Sitio La
Montaña. Escala en pulgadas.
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La cerámica de menor calidad encontrada, es la de una copa
de soportes muy largos. En este caso tales soportes no eran huecos, pero se les
hizo una zanja frontal vertical a manera de las mismas en los soportes que si son
huecos. El hombro del soporte estuvo decorado por líneas incisas horizontales.
Este objeto que se encontraba en muchas partes, resultó estar quemado en muy
baja temperatura, y la mezcla de arcilla y arena es irregular, tanto que con
solo levantar los tiestos estos se desmenuzaban. No hay duda que esta copa se
hizo de modo ritual para ser depositada en la sepultura y, puede que se usara
en el ceremonial previo a la inhumación (fig. 37).
Otras dos formas interesantes se determinaron. Una es la de
una tinaja trípode, de color rojo oscuro y que tuvo modelado la figura de un
“gordo”, motivo muy frecuente en esta época. Esta vasija es de forma compuesta,
puede que imitando una calabaza. El fondo es curvo pero leve, mientras que las
paredes lo son en demasía hasta llegar a la parte superior donde se estrecha
mucho hacia el borde de forma oblicua. Los brazos estuvieron en la sección
superior, y las piernas se representaron en los soportes, cortos y sólidos.
Presenta líneas negras verticales atrás de los brazos pero en un estilo que no
calza con los de otros tipos bicromos (fig. 38).
La otra vasija es un platón profundo. Tiene el borde plano y
angular, exverso, y el labio presenta un punzonado de uña longitudinal. El
cuello se dejó, en apariencia, libre de pintura rojo-marrón que cubre el resto
del objeto (fig. 39). Otro elemento decorativo son dos líneas incisas en
sentido circunferencial colocadas hacia afuera del borde superior.
Bordeando la base del cuello inferior se aplicó una banda
aplanada, que sirvió de base a tres soportes huecos y altos. Esta vasija tuvo
decoración modelada de ave, motivo frecuente en los objetos cerámicos de elite,
tanto incisos como tricromos.
Figura 39:
Tazón trípode. Ej; forma de la vasija; a y c, remate superior de los soportes.
Sitio La Montaña. Sector cementerio de rodelas. Escala superior en pulgadas, inferior en
centímetros.
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Como dato de especial interés, debe señalarse la
recuperación de restos de una vasija de almacenamiento de tamaño mediano. Tiene
una forma algo parecida a un corazón esquematizado, muy ancha en la parte
superior con hombros pronunciados, los cuales forman una “S” cuando se mira el
perfil del objeto. El fondo era del tipo picudo típico de estas vasijas.
La decoración se da en tres aspectos: el labio pintado de
rojo brillante, el pulido de todas las superficies exteriores realizado con
mucho esmero y, una banda en el hombro de la vasija hecha con punzonado de la
parte trasera de una concha pequeña en forma secuencial y, colocada en sentido
circunferencial (fig. 40).
Figura 40
Vasija de almacenamiento de tamaño mediano. A la derecha en el recuadro un
detalle del punzonado con concha. Sitio La Montaña. Sector cementerio de
rodelas. Escala, regla de 30 centimetros.
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Baudez identificó los caracoles usados para estampar en esta clase cerámica como de la familia Cancellaridae y Thaididae, ambos del género Púrpura (Baudez 1967, 58). El uso de estos caracoles para la cerámica podría implicar que la industria textil ya era importante en esas épocas.
Conclusiones
El material recuperado conserva como es lógico una línea
estilística y modal igual en todos los sectores vistos, incluyendo la huaca
Siete Cueros, sin embargo aspectos funcionales los separan. En el cuadrante la
gran mayoría de las vasijas eran de grandes proporciones, mientras que en el
cementerio es lo contrario. Aun la vasija de la figura 40 es modesta ante sus
similares del cuadrante, mientras que en el montículo Siete Cueros no se
encontró cerámica tan grande y gruesa como la del cuadrante.
Los elementos decorativos también varían bastante, pues la
cerámica del cuadrante básicamente se compone de vasijas con diseños geométricos
de línea (blanco y negro sobre rojo) que en el área contigua del cementerio no
se encontraron. Estos recipientes tricromos de gran volumen que también se hallaron
en el montículo están totalmente ausentes en el cementerio. También se observó
que aunque presente este tipo en el montículo, el tamaño, forma, complejidad de
los diseños pintados, es mayor junto con su frecuencia, en el cuadrante (proporcionalmente),
pero solo en el montículo se determinó este tipo en vasijas de tamaño normal y,
dicho sea de paso, con colores más brillantes y mejor conservados (fig. 16; b,
c).
La cantidad de fragmentos es otro elemento a considerar. En
el cementerio de rodelas casi no había tiestos, salvo aquellos desechados por
los huaqueros, cosa muy parecida a lo observado en el montículo Siete Cueros,
mientras que en el cuadrante la cantidad era enorme y concentrada. Esto tiene
su explicación en la función social del sector del cuadrante. En este lugar se llevó
a cabo parte del rito de enterramiento, el cual implicaba el alto consumo de
chicha y comida durante un tiempo indeterminado. En alguna parte de la
ceremonia las vasijas usadas se quebraban creando así la gran cantidad de
desechos de tipos tan definidos. Quizá el depósito de fragmentos ubicado a un
lado de la estructura rectangular, fuera un área donde de acuerdo al ritual se
lanzara las cerámicas ritualmente quebradas. Lo curioso de esto es que fuera un
área tan concentrada, pues normalmente los sitios de residuos son áreas
expandidas sobre el terreno.
Muy interesante resulta encontrar las copas de soportes
trípodes muy altos en el cuadrante, y una copia de las mismas sin valor
utilitario en el cementerio de rodelas. Para esta forma artefactual en la
región oriental se ha propuesto un uso ceremonial, pues se han encontrado sobre
ciertas tumbas grupos de estos objetos quebrados a propósito, asociados con
restos de maíz carbonizado.
En el sector La Montaña también se encontró un tipo de
fractura cerámica típica. Se trata de un hundimiento circular por un lado,
creando esquirlamiento circunferencial en el lado opuesto. Esto sucede cuando a
una vasija se le quiebra de un solo golpe centrado en un punto (percusión directa)
(fig. 41).
Figura 41:
Fragmento de vasija de almacenamiento por ambos lados, mostrando las típicas
marcas de golpe por percusión directa. Sitio La Montaña, sector del cuadrante.
Escala en pulgadas.
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Es muy posible que el cuadrante funcionara como un centro
ceremonial también para el montículo de Siete Cueros, al menos durante algún
tiempo. Lamentablemente la estructura rectangular y cualquier otro rasgo
superficial habían sido destruidos hacía mucho tiempo. La presencia de ciertas
piedras y lozas de igmimbrita blanca dispersas en el área sugieren que el rasgo
tuvo mayor volumen y complejidad.
Cada sector tiene diferencias importantes entre sí, a pesar
de que la tipológica de los tres sectores es la misma, tanto en cerámica como
en lítica. El montículo fue diseñado para que se viera grande y ostentoso, con
sus esculturas y pilares, montados sobre la plataforma elevada del mismo. De acuerdo con testigos de la época del
saqueo fue en el montículo donde se obtuvieron finas piezas de jade (muchas con glifos mayas, coleccion Balser y Oduber), cerámica y
lítica, aunque de tales materiales no quedara mayor evidencia residual. La
montaña por su parte conservó un sector ritual, el cuadrante, y asociado a este
el cementerio de rodelas. El material de cada uno de estos sectores es distinto
entre sí, y en ambos casos distinto al del montículo, aunque la tipología,
reitero, es la misma. Varían en dimensiones, complejidad y acabado de
superficies, insinuando que el material usado en cada localidad se hacía de
acuerdo a la función socio-ideológica a emplear en cada yacimiento.
Continuación parte III-IV: http://memorialdearqueologia.blogspot.com.es/2015/10/las-huacas-del-jade-en-bagaces.html