PARTE III Y IV
(inicio en parte I-II)
La Huaca
Isabela
Introducción
Con la finalidad de mostrar las variaciones
entre los dos tipos de montículos (norte y sur), en esta parte se verá el
material de la huaca Isabela y su correspondiente cementerio de rodelas.
La huaca Isabela no perteneció al grupo de
montículos famosos por su contenido o calidad de jade, en cambio algunos
objetos de oro y guanín (aleación de cobre y oro) incidieron en su saqueo
masivo.
El montículo Isabela es del tipo sur, carece
de pilares y prácticamente de mojones, de los que se observan muy pocos. Tuvo
esculturas al igual que los montículos del tipo norte.
Como la mayoría de montículos del grupo sur,
la huaca Isabela es más alta y compacta que la Siete Cueros, pudiendo alcanzar
entre tres y cuatro metros de altura al medio, por solo cuarenta metros de
largo.
Al igual que todas las estructuras de
montículo en la zona Bagaces, la huaca Isabela se halla sobre una loma cercana
al río, mientras que el cementerio de rodelas El Pedregal se ubica en un área
baja a las orillas mismas del río (fig. 1).
Figura 1: Ubicación de la Huaca Isabela con respecto al
río Paso Ancho (110 ms) y del yacimiento El Pedregal (262 ms). Símbolos
amarillos ubicación de petroglifos. Tomado de Google Earth.
|
Los yacimientos habitaciones en este caso son
de dos tipos, unos expandidos a lo largo de las márgenes del río y otros
concentrados un poco más alejados del agua, sobre terrazas planas (fig. 5). El
problema es determinar cuáles yacimientos habitacionales corresponden a la
huaca Isabela, pues en esta localidad hubo cuatro montículos, de los cuales se
tratará en otra oportunidad (ver: EVIDENCIAS DE AREAS DE ACTIVIDAD ESPECIFICA EN UN YACIMIENTO HABITACIONAL: LA CULEBRA, BAGACES).
La población vivía a la orilla del río, como
lo atestigua la gran cantidad de material arqueológico. En los alrededores
inmediatos del montículo y del cementerio El Pedregal no se localizó material
de desecho, lo cual es consistente para toda la zona arqueológica de Bagaces.
En dos lugares que corresponden a pasos naturales
del río se hallaron unas marcas en piedras (fig. 1). Estas marcas o petroglifos
son de carácter muy simple, aunque si se miran con detenimiento parece que, en
conjunto, presentan un patrón ideológico-funcional (fig. 2, 4).
Las características de estas marcas en la
piedra es que son casi todas del mismo tamaño y forma (elíptica), y aparecen en
grupos muy unidos o solos, pero siempre de lado a lado del río (fig. 2, 3). Se ha
dicho que este tipo de marca corresponde a la huella dejada en sitios donde se
trabajaba la piedra, específicamente puliendo “celts” o hachas pulidas. El
problema radica en que tales artefactos son de muy distinto tamaño, tanto de
grosor, largo y ancho de filo, lo que daría huellas de trabajo semejantes al
objeto, no siendo el caso.
Figura 2: Marcas o
petroglifos del Paso de rio Paso Ancho.
|
Figura 3: Piedra con
cientos de marcas normales, y tres muy profundas sobre el filo de la piedra.
También tiene pequeños cuencos pulidos. Isla Sotacaballo, río Paso Ancho.
|
Figura 4: Forma de
la piedra marcada. Isla Sotacaballo, río Paso Ancho.
|
Aunque no se han estudiado estas marcas, es
improbable que sean huellas de trabajo en el proceso de hacer hachas pulidas.
En la figura 4 se ve un lado de una piedra que presenta múltiple rayado. En
este lado algunos dicen ver algún tipo de rostro y otras figuras.
A pesar de que los sitios habitacionales se
extienden a lo largo del río es importante acotar que estas marcas solo se
conocen en dos puntos, que a la vez son los pasos naturales para ir de lado a
lado del río sin peligro.
Los distintos sitios habitacionales no han
sido revisados en forma, lo que provoca un vacío informático. Aun así, algunos
elementos pueden ser destacados.
El material antiguo que se observa es el común
para todos los yacimientos, pero la frecuencia de algunos modos estilísticos
varía entre un yacimiento y otro. Por ejemplo, en Loma Coyote y El Anima se
encuentran muchos soportes, no siendo pocos los de copas de tamaño pequeño y,
figurillas animales. También se mira mucha lítica, partes de piedras de moler,
manos y puntas (posiblemente de flecha) usando piedras micro-cristalinas, mientras
que, al otro lado del río, en el yacimiento Los Guácimos no se halló nada de la
industria lítica antes mencionada, pero si partes de ocarinas y partes de hachas
pulidas (fig. 5).
En cuanto a la cerámica abundan las formas de
guacales (tazón) trípodes, ollas de cocinar, platos y platones, cuya decoración
en todos los casos es igual: cuerpo color arcilla y borde pintado de rojo.
Ocasionalmente se miran fragmentos con líneas negras
múltiples sobre rojo, beige o blanco, línea negra y blanca sobre rojo, incisos
y estampados con caracol terminan de formar la mayoría decorada del material de
superficie.
En el yacimiento El Cocobolo la cerámica era
distintiva, muchas ollas grandes y regulares con el cuello beige y líneas
negras verticales, bastantes fragmentos incisos y muchas lascas de basalto y
jaspe, junto con preformas de puntas y hachas lasqueadas. El resto del
material, por supuesto la mayoría, se componía de los tipos y formas cerámicas
usuales. En los linderos externos del yacimiento se encontraron dos fragmentos
de piedra de moler, uno del tipo común y el otro con diseños grabados en la
parte superior del plato de molienda, pero no se puede asegurar a que
yacimiento pertenecen por hallarse relativamente cerca de otro montículo, en un
área de muy baja densidad de materiales, entre los que se halló unas pequeñas
“tortillas” de arcilla que correspondían a la forma de discos de barro
totalmente planos, de unos 15 a 20 cm de diámetro. Por asociación formal, estos
discos o “tortillas” pudieron ser bases de movimiento circular (plato de torno)
empleadas en la fabricación de vasijas.
Materiales de la Huaca Isabela
Cerámica
El montículo Isabela presenta características comunes
con el montículo Siete Cueros, aunque no se puede decir que iguales. La
cerámica común de la Isabela es un poco más tosca que la de Siete Cueros, pero
presenta algunas características y modos que no se vieron en ningún yacimiento
asociado a la Siete Cueros.
Otra diferencia importante es la de las
vasijas de almacenamiento, pues en la Isabela no se localizó ningún tiesto de
las dimensiones comunes para la Siete Cueros, pero en ambos casos muchas de las
grandes vasijas presentaron diseños pintados en negro y blanco sobre rojo. Solo
en el montículo Isabela se observó el caso de líneas blancas verticales,
anchas, sobre beige en el cuello de estas grandes vasijas (fig. 17-d).
La frecuencia de la cerámica negra hecha con
la técnica de “ahogado” (que convierte la arcilla beige en negra) también es
mucho mayor en la Isabela que en la Siete Cueros, pero sin llegar a ver ningún
caso de vasos de uso exclusivo o limitado, excluyendo a las ocarinas.
La forma de copa con soportes trípodes muy
altos no se encontró en La Isabela, pero en su lugar se halló una gran cantidad
de copas con soportes trípodes sonoros o huecos de mediano tamaño. Estas copas
de soportes medianos y relativamente cortos también son frecuentes en el
montículo Siete Cueros, donde sí se localizaron vestigios de la otra clase de
copa de soportes muy altos.
Hay que tomar en cuenta que el hecho de no
haber encontrado un fragmento de una clase cerámica en un yacimiento no indica
que no existiera, solo que su frecuencia es aparentemente menor con respecto a
otro yacimiento en el material residual.
Las diferencias entre ambos montículos pueden
deberse a factores temporales dentro de la misma fase de desarrollo. Si esto
fuera así el montículo Siete Cueros y sitios asociados serían más tempranos,
mientras el montículo Isabela sería más tardío, entre 500-700 d.C., lo cual no
implica que todos los yacimientos tipo Sur (como la Isabela) fueran más tardíos,
aunque es una posibilidad interesante que ayudaría a explicar el motivo de que hubiera
cuatro grandes montículos y sus respectivos yacimientos asociados en un área
tan pequeña.
Cerámica decorada
1-Diseño pintado como elemento principal: Cerámica
bicroma y policroma.
En este yacimiento se encontraron las
variedades transicionales entre la cerámica de base rojo pintada con diseños de
líneas negras limitadas por blanco, con aquella de fondo claro y diseño en
líneas rojas limitadas por negras (fig. 6: c-e), coexistiendo aun con los modos
decorativos típicos de la cerámica de fondo rojo y diseño en negro y blanco
(fig. 8).
En términos generales estas cerámicas
incorporan aun los ensamblajes de motivos y líneas de otros ceramios de línea
negra sobre rojo, tales como las líneas paralelas onduladas hechas con pincel
de punta múltiple (fig. 6; a. 7; a, f) y rectas (fig.7; d, e) o las espirales
de línea recta (fig. 6; c, d).
Más extraño es ver motivos de “soles” y círculos
realizados con líneas curvas, lo cual se puede considerar una innovación o
particularidad (fig. 6-b, fig. 7-c).
Figura 7: Policromos
iniciales de la región occidental “a, b, d-f”. El caso “a” corresponde con
Ej-1, y el caso “c” lo hace con Ej-2. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
Una cerámica policroma de superficie bruñida,
derivada de los modos de línea angular, es importante de señalar, ya que de
esta clase derivan gran cantidad de cerámicas posteriores. Se trata de la
fusión de dos tipos cerámicos, el llamado Galo policromo, también presente en
el yacimiento (fig. 7; c, Ej-1) y el Carrillo policromo inicial (fig. 6; c-e),
de la cual aparece lo que podríamos denominar el Carrillo policromo “bruñido”
(fig. 7, a, Ej-2).
Otras formas y modos policromos exponen una
gran cantidad de diseños formales y decorativos, sugiriendo varios centros de
fabricación con un sistema bien desarrollado de comercio inter-regional.
Algunas de estas formas y modos se ven en la figura 6 y 7.
La cerámica tricroma de este yacimiento es,
comparada con la del montículo Siete Cueros, de menor tamaño, pero con más
elementos plásticos adheridos, como se ve en la figura 8; d, f, h.
Un caso muy interesante, o poco visto, es el
que se ve en la figura 9-g. Se trata de una un fragmento del borde de una olla
o tinaja de mediano tamaño pintado de negro y seguido de una línea roja, todo
sobre una pintura amarillenta. Hasta este momento cronológico lo normal es que los
bordes sean pintados de rojo, viéndose solo casos con pintura negra en clases
cerámicas cuya decoración es a base de líneas negras sobre rojo. Otro ejemplo
de esta innovación se ve en la misma figura 9-b, también de labio pintado de
negro. El caso 9-b es indicativo de un cambio importante, pues no se trata de
una vasija especial, más bien es una olla de boca amplia muy común.
Cerámica de línea blanca sobre morado (fig. 9;
a, c) y de línea blanca sobre beige (fig. 9; e, fig. 17-d) no son extrañas en
este yacimiento, lo mismo que cerámica de línea roja sobre blanco (fig. 9; d).
Los ceramios de línea blanca sobre morado corresponden a una clase de alfarería
hecha en el norte, quizá en la región de Rivas, Nicaragua, mientras que la de
línea blanca sobre beige es común en el Valle Central Occidental de Costa Rica
y la región nororiental. Se trata de un
grupo de objetos que llegó a este yacimiento producto del comercio, aunque no
se sabe el modo en que este se realizó (directo o indirecto).
La cerámica bicroma tradicional continúa en porcentajes
altos, al igual que el resto del ensamblaje utilitario.
En la figura 10 y 11 se ven las clases de
cerámica de línea negra más frecuentes en todos los yacimientos de la zona de
Bagaces. Los objetos de la figura 10 corresponden a ollas y tinajas pequeñas,
donde se dejaba un área de contraste entre la parte superior de la vasija y el
cuerpo, que era pintado de rojo. Las líneas negras, por lo general una por lado,
dividían el objeto en zonas rojas amplias, quizá imitando la forma del ayote.
Solo el caso “c” de la figura 10 se sale completamente de lo común, pues tuvo
un diseño curvilíneo.
Figura 11: Escudillas profundas con pintura negra sobre rojo y
negra sobre blanco. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
Una forma tradicional es la de un vaso de boca
muy ancha, semejante a una escudilla de bordes verticales, se ve en la figura
11. Los casos “a” y “b” presentan una
serie continua de líneas negras onduladas sobre rojo, realizadas con pincel de
punta múltiple. El mismo patrón, pero sobre fondo blanco y de líneas rectas,
también está en la muestra (fig. 11, c).
La cerámica de líneas negras sobre rojo es muy
común, principalmente en la forma de tinajas (fig. 12; Ej-1, 2). En la figura
12 se ve un caso (e), donde entre el típico patrón rectilíneo aparece una banda
de cinco líneas onduladas. Si bien no es un diseño novedoso, en este yacimiento
es poco frecuente, al igual que el caso “b”, donde el patrón vertical pasa
sobre una franja de blanco fugitivo ubicada sobre la base del cuello.
2-Cerámica incisa/esgrafiada
Los vasos cuya decoración principal es a base
de diseños incisos o esgrafiados se puede considerar de uso social moderado.
Esto quiere decir que en general no se trata de objetos exclusivos de la elite
social, ni eran seleccionados para efectos exclusivamente rituales, aunque hay
algunos casos que si sugieren tal función.
La mayoría de objetos, tanto en forma como en
diseño inciso, se encuentra en todos los yacimientos habitacionales en forma de
desecho, pero no en cantidades tales que indiquen un uso doméstico-cotidiano.
Lo anterior es aplicable aun para los casos más finos y de diseño más complejo,
como lo fue el caso “c” de la figura 13.
Durante el periodo 300-800 d.C. se fabrican en
esta zona y, en la región occidental en general, las cerámicas
inciso-esgrafiadas más lujosas de la antigüedad costarricense, compitiendo a
nivel estético con las clases policromas nacientes, las cuales en su desarrollo
van desplazando aquellas incisas hasta relegarlas a un grupo bastante
sencillo.
Figura 13: Cerámica inciso/esgrafiada. El caso “c” corresponde
con la forma y decoración de Ej. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
El caso “c” pertenece a una de las variedades cerámicas más finas y elegantes de la época. Estos objetos no usaron pintura, sino que mediante una combinación de bruñido y control de temperatura del horno en que se hacían, se logró un color uniforme anaranjado-rojizo brillante. Los diseños son siempre a base de líneas rectas, pero con una gran cantidad de figuras combinadas incorporadas en un mismo panel horizontal, usando líneas siempre muy finas y bastante bien ejecutadas.
Figura 14:
Cerámica incisa. Casos a-c, cerámica bruñida; caso d, inciso tosco; casos e-i,
cerámica incisa común. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
Una clase cerámica poco frecuente es la
mostrada en la figura 14, a-c. Son fragmentos que presentan un magnifico
bruñido sobre superficie color gris con tonalidades naranja. La decoración en
este grupo se basa en líneas incisas finas en diseños complicados y recargados,
pero, el diseño realizado con descuido.
El resto de la cerámica incisa del montículo
Isabela es la normal para la época. Guacales (bol), escudillas, platones y copas
(fig. 14; e-i) decorados con bandas horizontales de triángulos solos o
alternos.
3-Ceramica estampada y punzonada.
El grupo de objetos que usa el punzonado o
estampado como elemento decorativo es también, como es esperable, común.
Abundan los estampados de diente de tiburón (fig. 15-b), el raspado con caracol
(fig. 15-a, d), así como el punzonado con uña (fig. 15-e) y el simple, hecho
con algo puntiagudo (fig. 15-c).
Los distintos elementos usados en esta
cerámica no parece que incidan en su forma, pues toda esta cerámica enfatiza en
ollas y tinajas, las cuales muy rara vez, por no decir nunca, se emplearon para
cocinar.
Este grupo cerámico suele usar caracoles,
conchas y dientes de tiburón, posiblemente de Carcharhinus leucas, o tiburón de “agua dulce”, lo cual podría
señalar una faceta de explotación económica de la zona media y baja del río
Tempisque o, inclusive del mismo golfo de Nicoya, lo que se refuerza por el uso
masivo del caracol púrpura (Plicopurpura
pansa), que se explotó masivamente durante el lapso temporal 1350-1590 d.C.
(fig. 16). Los años posteriores a 1550 llevaron a la especie en el golfo de
Nicoya al borde de la extinción, ya que las poblaciones locales debían pagar en
hilo el tributo a la corona española.
Figura 16:
Forma de dientes del tiburón de agua dulce (Carcharhinus leucas) y del caracol
púrpura (Plicopurpura pansa). Baudez identificó este caracol en la impresión de
vasijas (Baudez 1967).
|
Las dos especies marinas involucradas en la
cerámica impresa tienen una trayectoria de uso impresionante ya que, desde los
años 500 a.C. se fabricaba usando el caracol púrpura y el diente de tiburón.
Esto sugiere una explotación metódica de ciertos medio ambientes, como serían
los estuarios y los arrecifes, donde al menos se recolectaba y pescaba
selectivamente estas dos especies.
El tiburón pudo ser pescado por su gran tamaño
para procesarlo en carne que se podía distribuir seca o salada como bien de
comercio, y el caracol plantea la interesante hipótesis de una temprana
industria textil.
Las vasijas que usan estos elementos para
decorarlas se fabricaron en la zona, no son producto de un comercio directo de
alcance medio. Lo que sí llegó y se distribuyó ampliamente fueron los caracoles
(no son comestibles) y los dientes de tiburón. Considerando lo común de esta
cerámica podemos suponer que ambos elementos llegaban en grandes cantidades a
la zona de Bagaces.
4-Formas comunes de vasijas
Este montículo se destaca por la enorme
cantidad de fragmentos cerámicos. Como es lógico, la mayoría provienen de
ofrendas que los saqueadores rompían, pero también hay una cantidad inusual de
cerámica que fue depositada quebrada como parte del ritual funerario. Este es
el caso de las vasijas de almacenamiento, ollas y tinajas simples, bols de
borde invertido o exverso (fig. 16-17; a-i).
Las tinajas normalmente tenían un borde alto y
exverso que servía de asidero (fig. 17; f, h, i). Los guacales o bols más
comunes son aquellos de borde exverso pintado de rojo con tres soportes “bala”
(fig. 17; 1, 2), y los más raros son los de pared invertida con o sin un
reborde colocado ligeramente abajo del labio (fig. 17; g, 3), los que tienen soportes
mamiformes huecos (sonoros) o bases de pedestal.
Llama la atención la gran cantidad de
fragmentos de vasijas miniatura, las cuales debieron ser usadas simbólicamente
o bien, fueron parte del ajuar de ciertos individuos que bien pudieron ser
chamanes. En la figura 17; 6-7, se ven dos soportes de este tipo de vasija, y
en “ñ” se ve una parte de una de estas miniaturas.
Figura 18:
Formas comunes; a-i, ollas, tinajas, bols. Copas; j, m, p. 1-3 guacales o bols trípodes. 4-9 soportes.
Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
La forma de copa con soportes huecos y sonoros
y de tamaño normal, es común en este yacimiento. Estas son unas vasijas de
fondo redondeado y bordes muy altos exversos< (fig. 17; j, m, p). Los
soportes son de forma ovoide vertical (fig. 18; e, f, k, ñ) normalmente huecos
y sonoros. En la figura 17, los casos 7 y 8 son soportes que siguen la forma
propia de aquellos usados en estas vasijas y, puede que fueran miniaturas de
las mismas.
5-Soportes y asas
Los soportes más comunes son los del tipo
“bala”, no solo en este yacimiento sino en todos (fig. 17; 1, 2, 4, 5, fig. 18;
b). Estos soportes son sólidos y generalmente pequeños, de forma cónica
sencilla. El nombre “bala” proviene de la semejanza formal entre ambas cosas.
Los soportes huecos con pequeñas bolas de
arcilla en su interior resultaron bastante comunes en este sitio arqueológico.
No es que sean extraños en otros yacimientos, pero en una primera impresión
parece que hay una cantidad superior de estos, principalmente en su forma
ovoide-vertical (fig.18; e, f, k, ñ). Estos soportes pertenecen normalmente a
copas de la variedad pequeña, mismas que suelen tener la superficie externa
superior con diseños geométricos lineales incisos (fig. 12-e, fig. 13; f, h).
En la figura 18 Ej, se puede ver el tipo de
copa que usa un soporte parecido al anterior, pero mucho más grande (fig. 18;
j-n). Se trata de las copas de soporte medio o mediano las cuales pueden tener
los soportes con decoración modelada adherida, siguiendo la “idea” de objetos
semejantes de la región oriental. Aunque mantienen una misma línea formal ambas
cerámicas, el desarrollo estético de las orientales no lo alcanzan nunca las
aquí discutidas.
Figura 19:
Asas y soportes, de e-ñ, sonoros, huecos. Asas planas; a, d. Soporte miniatura;
1. Asa de anillo; c. Ej, ejemplo de forma para j-n. Escala en pulgadas. Huaca
Isabela.
|
Los soportes globulares o mamiformes no son
comunes. De este tipo se encontraron 2 ejemplos (fig. 18; g, h). Otra clase de
soporte escaso es el de forma en “V” (fig. 18; 8, 9). En el lapso temporal
900-1350 d.C. ambos tipos de soporte serán muy comunes y se usarán en vasijas
de uso diario.
Las asas no presentan ninguna novedad, y la
clase más usada es del tipo plano (fig. 18; a, d). La otra clase de asa es la
de una argolla o anillo en posición vertical, que va de la base del cuello al
borde superior de la vasija (fig. 18, c). Ambas formas pueden ser simples o
decoradas mediante modelado, como el caso “d” de la figura 18, donde la
superficie superior sirvió de plataforma para elaborar un rostro.
6-Cerámica negra
Aunque la gran mayoría de la cerámica llamada
negra no tiene decoración, la sola intención por parte del antiguo artesano de
que el objeto fuera de ese color, hace que podamos sin temor, colocar este caso
entre las cerámicas decoradas.
Hay dos formas de lograr superficies de color
negro. La primera es de más fácil control, aunque lleva un tiempo extra el
concluirla, se trata de la técnica del ahumado.
El ahumado se hace exponiendo al fuego
cualquier vasija, una vez caliente se cubre con cera de abeja y se coloca de
nuevo al fuego. Al quemarse la cera en la superficie caliente es absorbida unas
milésimas, quedando la superficie de color negro azabache, brillante.
La otra técnica se conoce como ahogado.
Consiste en tapar la vasija en el horno de cocción cuando ya está quemada (+/-
800º C.) con tierra suelta o arena. La falta de oxígeno que se produce en el
horno ahoga los objetos provocando que la arcilla se vuelva de color negro.
La diferencia entre ambas técnicas es que el
ahumado no convierte en negro la arcilla interior, mientras que el ahogado
convierte toda la arcilla en color negro, de tal manera que, si se raspa o
quiebra la vasija, se verá todo en negro. Otra distinción importante es el
brillo superficial, ya que la cerámica ahogada no sale del horno brillante,
mientras que la ahumada sí.
El brillo en algunas vasijas ahogadas se logró
de varias maneras, entre las más comunes es la de bruñir las superficies y
agregarle barnices, o bien aplicar la técnica del ahumado posterior a la
cocción.
En la cerámica negra de la Isabela se vieron
ambos casos, pero la mayoría de los objetos negros fueron hechos usando solo la
técnica del ahogado.
El grupo de las ocarinas negras usó ambas
técnicas para ennegrecer el objeto.
En la figura 20-b se muestra el cuerpo de una
ocarina ennegrecida usando la técnica del ahumado. La diferencia del resultado
de ambas técnicas se puede apreciar con solo mirar los demás ejemplos de la
misma figura, los cuales usaron en su manufactura la técnica del ahogado o
extracción del oxígeno en el horno de cocción, haciendo que las superficies
pierdan el brillo.
Material misceláneo
Aunque se encuentra ocasionalmente en otros
yacimientos, siempre es de anotar la presencia de la cerámica “liviana”. Se
trata de un tiesto que es tan liviano que casi podría flotar en el agua, al
menos da esa impresión cuando se levanta.
Parece que a la arcilla se le agregó como
desgrasante una ceniza que creo es de origen volcánico, ya que su color es
gris. Lo interesante de este caso es que no se sabe para qué hacer un objeto
tan liviano, salvo que fuera parte de la parafernalia de un chamán, carece de
explicación.
Se podría pensar que una vasija de esta clase
pudiera servir para tamizar algún líquido, pero el hecho de ser tan rara le
resta viabilidad a tal explicación (fig. 21-b).
El otro caso es interesante. Se trata de un
disco hecho a partir de un fragmento de cerámica común. Estos discos suelen
aparecer de tamaño reducido, de entre dos y tres centímetros de diámetro sin
saber para qué sirven. En este caso, el disco tiene suficiente tamaño para
servir de base de torno en la fabricación de cerámica. Lamentablemente carece
del desgaste propio de esta función, aunque se podría argumentar su falta de
uso por ser un objeto funerario, quizá hecho simbólicamente (fig. 21-a).
Figura 21:
Disco recortado de un fragmento cerámico “a”; fragmento sumamente liviano de
una vasija “b”. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
Lítica
Poco se recuperó del trabajo en piedra en este
yacimiento, lo cual no es de extrañar ya que es uno de los materiales que no
suelen aparecer quebrados en los sitios funerarios, aunque si en los
habitacionales. Esto se debe a que los objetos en piedra se colocaron como
ofrenda completos y solo cuando a un huaquero o saqueador se le quiebra alguno,
es que encontramos tales restos.
En un extremo del montículo se localizó una
gran cantidad de lascas de basalto, siendo extraño encontrar este material de
desecho en un yacimiento funerario, pues lo normal es verlo en algunas
localidades domésticas donde se trabajaba esta materia prima. Por más que se
buscó no se halló ningún artefacto logrado de esta piedra (fig. 22).
Solo una de las lascas recolectadas presenta
retoques bifaciales evidentes (fig. 22-8, parte superior), y puede que sea un
raspador, pero sin huellas de uso visibles.
Figura 22: Lascas provenientes del sector oriental del monticulo. Todas son de desecho con excepcion de la 8, la cual tiene retoques bifaciales. Escala en pulgadas. Huaca Isabela |
Dos fragmentos de hachas pulidas o celts se
encontraron. Ambas se quebraron atrás de la culata, lo que es normal cuando un
objeto de estos se golpea con fuerza por la culata en repetidas ocasiones.
Los dos casos presentan uso pos-fractura, a
pesar de su escaso tamaño. El ejemplo “a” de la figura 23 tiene el filo gastado
por fricción en el sentido que indican las flechas, mientras que el caso “b” de
la misma figura tiene tres puntos de desgaste muy fuerte, y múltiples marcas o
ralladuras que indican que se usó para raspar algo.
Figura 23:
Celts pulidos o hachas pulidas. Las flechas marcan puntos de uso y
reutilización. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.
|
Estos objetos fueron hechos con andesita,
piedra que no es de la zona, lo cual explica el motivo de que fueran tan usados
luego de que se quebraran. Es muy posible que estas hachuelas hayan sido
colocadas en alguna sepultura, o bien, se pusieran a manera de ofrenda sobre o
asociada a alguna tumba.
En el sector central del montículo se encontró
una parte de un colgante de jade (nombre genérico), el cual está quebrado más o
menos al medio (fig.24).
La parte conservada no tiene figura, pero si
una superficie muy bruñida y lustrosa, con los huecos de perforación para
colgarlo, lo que indica que es la parte superior. El lado posterior conserva
las marcas del corte de la piedra y, una forma como de “quilla” que es la base
de lo que lo unía al bloque. A un lado de la “quilla” cubriendo casi todo el
centro del dije, los cortes oblicuos produjeron una concavidad en sentido
longitudinal bastante curiosa (fig. 24, L-2).
Figura 24:
trozo de figura de jade. L-1, lado frontal; L-2, lado posterior. Escala en
pulgadas. Huaca Isabela.
|
Resumen
comparativo: Isabela versus Siete Cueros
El montículo Isabela marca diferencias y
similitudes con el montículo Siete Cueros que, de una manera formal, sirven de
comparación a todos los yacimientos de esta clase en la zona de Bagaces.
Ya desde la estructura externa tenemos
elementos singulares a cada tipo de montículo (Norte y Sur). La primera
diferencia es en el volumen, la huaca Isabela es más compacta, pero más alta
que la Siete Cueros. Como material de construcción se utilizó en ambos
yacimientos la misma clase de piedra: ignimbrita, la cual fue procesada de la
misma base de la elevación en que se construyó cada uno, y el material de
relleno es la misma tierra suelta de los alrededores, llamada localmente
“iguanera”, por tener la característica de ser polvosa y no compacta. Pero aun
así se notó una diferencia, ya que en la Isabela estaba claro que se usaron dos
de estas tierras, una café clara o rojiza y otra negra, mientras que en Siete
Cueros solo se usó una tierra iguanera color café claro muy mezclada con
pedruscos pequeños de ignimbrita, posiblemente residuos de la base natural
alterada.
Otra diferencia está en la ausencia de pilares
o columnas en la Isabela, siendo un elemento típico de la huaca Siete Cueros.
Los mojones también presentan una importante disminución en la huaca Isabela,
donde si se observan algunos, pero muy pocos y hechos con desgano.
En cuanto a las esculturas ambos yacimientos
las tuvieron, pero solo se observó una con figura animal (jaguar) en la
Isabela.
El material cultural manifestado tiene la
misma base en ambos yacimientos, o sea, trastos color natural de la arcilla
(beige) con borde rojo, y trastos pintados de rojo decorados con línea negra y
blanco o solo negra. La diferencia que se pudo observar está en la cantidad de
policromos, siendo una cerámica muy escasa en la Siete Cueros, pero la cerámica
“de lujo” de este yacimiento es muy superior a la de la Isabela.
Los fragmentos (cantidad) observados en la
Isabela es mucho mayor que en la Siete Cueros, lo cual es un fenómeno que debe
estudiarse puesto que no tiene sentido aparentemente. Lo mismo sucede con la
vajilla gigante. En ambos sitios hay enormes vasijas de almacenamiento, pero el
tamaño y grosor visto en la huaca Siete Cueros-La Montaña, no tiene
comparación, aparte de haber una cantidad considerable de fragmentos de estos cacharros,
mucho más que en la Isabela.
La presencia mayor de ciertas cerámicas y
determinados modos decorativos, hacen pensar en un desfase temporal entre ambos
yacimientos, pero no debe ser mucho. Lo que se aprecia –muy ligeramente, por
cierto- es el auge de ciertos modos y la decadencia de otros, pero esto puede
deberse a otros factores.
Se ha discutido que las diferencias sean más súper-estructurales
que temporales, esto tomando en cuenta la complejidad del conjunto donde se
encuentra la Isabela, que consta de tres montículos más, varias estructuras
funerarias y, otras de índole desconocido. En general todos los montículos del
grupo Norte tienen las mismas características que la huaca Siete Cueros, entre
ellas la de no estar un montículo asociado de forma inmediata con otro.
Parte IV
Cementerio de
rodelas El Pedregal
Introducción
Este yacimiento se encuentra a 262 metros
sureste del montículo Isabela, y su emplazamiento se cree cubre una especie de
isla, pues al oeste hay una laguna estacional y, al norte, este y sur está el
río (fig. 25). La laguna hoy día solo se forma cuando llueve mucho, pero hace
unas décadas se informa que permanecía la lente de agua hasta enero o febrero, y
se llenaba en junio. El río es el típico de estos lugares, y se caracteriza por
la impresión de que sus aguas no corren, que están estancadas. Esta visión, por
supuesto falsa, es provocada por la característica del cauce entre paredes de
piedra con pequeñas playas de arena y, desniveles cada 200 o 500 metros que
funcionan como represas. A este tipo de río se le conoce como “hembra” o
“manso”, y son navegables en canoa, aunque haya que bajarse en los desniveles y
bancos de arena.
El cementerio El Pedregal fue descubierto en
el momento en que se hizo un camino tipo trocha o “carrilero” en 1978, cuando
el tractor levantó una gran cantidad de piedras con fragmentos cerámicos y
líticos, entre los que también salieron “asientos” (objetos en forma de columna
con la parte superior plana para colocar ofrendas) (fig. 26). Los trabajadores
huaquearon en ese momento cuatro tumbas que fueron destapadas por la
maquinaria.
Las tumbas son del tipo rodela, o sea, un
circulo de piedra con un diámetro variable de entre 1, 60 a 1, 80 metros, pero
originalmente las piedras no sobresalían del suelo por lo que se mantenían
ocultas. La erosión causada por el camino y la deforestación provocó que “la
corona” de las sepulturas quedara expuesta.
Figura 26:
“Asiento”, piedra para colocar ofrendas. El Pedregal.
|
Cada tumba se compone de tres o cuatro capas de
piedra, no como las tumbas de La Montaña donde las piedras cubren un circulo de
1, 60 metros de diámetro por 1, 70 metros de profundidad. No hubo manera de
saber más sobre la estructura funeraria de El Pedregal.
Una tumba que no fue cubierta cuando se
terminó la trocha tenía en la tierra tirada al lado muelas y dientes de más de
un individuo. Para que los restos óseos se conservaran, la profundidad debe ser
mayor a 1, 50 metros, donde la humedad es constante todo el año (a esa
profundidad, por la cercanía al río la tierra mantiene humedad durante los
meses de sequía).
Materiales
Como suele suceder con todos los yacimientos
funerarios de esta zona, la cantidad de fragmentos es poca. Pero en este tipo
de cementerio se ha visto que es aún menor (ver La Montaña).
El poco material colectado, que corresponde
supuestamente a una sola sepultura no muestra ningún cambio con respecto al del
montículo Isabela.
Se observó en el área de las tumbas y, en la
tierra sacada de estas, una cantidad inesperada de piedrecillas, como si
hubieran sido llevadas en determinado momento al sitio y, que hubieran servido
de piso a toda el área (o una parte) del cementerio (fig.32, 1, 2).
1-Material
cerámico
La
cerámica decorada se limita a los tipos de línea negra sobre rojo, pero al
menos en un caso la forma en que se aplicó el diseño es diferente al común. En
este caso las líneas negras se aplicaron horizontalmente, limitando una línea
más ancha color rojo. Dos bandas iguales se pusieron abajo del borde de un bol
o guacal (fig. 27-2).
Figura 27:
Cerámica de línea negra sobre rojo; 1, 3, 4. Cerámica de línea roja conteniendo
una línea ancha roja, sobre beige; 2. Escala en pulgadas. El Pedregal.
|
Aunque
fragmentos de cerámica policroma no se encontraron, es factible que, si haya de
esta cerámica en este yacimiento, pues dos bordes corresponden con la forma
propia de una clase de policromos (fig. 28; 1, 3).
Figura 28:
Bordes de vasijas. Posibles policromos; 1, 3. Resto de uso común. Escala en
pulgadas. El Pedregal.
|
Las
ollas con decorado de caracol son cerámicas siempre presentes en todos los
yacimientos de esta cultura, al igual que las asas planas (fig. 29; 3). Los
objetos que usan este tipo de asa siempre son escudillas o bols de borde
exverso y con tres soportes, normalmente huecos (fig. 29, 1).
Dos
objetos interesantes se encontraron; uno es el borde de una vasija sin cuello
(tecomate). Esta forma es muy rara en la zona, aunque no se puede decir que no
exista dentro del grupo de la vajilla de uso doméstico (fig. 29, 4). El otro
caso es aún más extraño, pues es un cuerpo de vasija muy achatado, de perfil
elíptico. Puede que haya pertenecido a una vasija funeraria de uso restringido
o bien, a una ocarina grande (fig. 29, 2).
AñadirFigura 29:
Cerámica decorada. 1, asa plana. 2, posible forma de uso restringido. 3, banda
de estampado con caracol. 4, vasija sin cuello (tecomate). Escala en pulgadas.
El pedregal. |
Se
encontraron soportes interesantes. Por supuesto los comunes “bala” están
presentes (fig. 30; 1), pero también se encontró la sección superior de un
soporte hueco y largo, similar a los vistos en la huaca Siete Cueros (fig. 30;
3).
Otro
soporte especial es uno solido pero modelado en forma de cabeza humana
(antropomorfo) con una estilización más propia de la región Oriental o Central
de Costa Rica (fig. 30; 1). Este soporte estuvo cubierto en su totalidad de
color morado, y esto no es para nada habitual en los soportes de esta región,
que por lo general se dejaban del color de la arcilla, aun en aquellos de vasos
de uso restringido, donde a lo sumo se les daba una pasada de color rojo en la
sección superior-frontal (fig. 19).
Figura 30:
Vista frontal y lateral de soportes. Escala en pulgadas. El Pedregal.
|
Una
cerámica que no falta en esta clase de yacimientos es la de las grandes vasijas
de almacenamiento (fig. 31). Sin embargo, su frecuencia absoluta observada es
muy baja, repitiéndose el fenómeno antes visto en el sitio La Montaña. Puede
que alguno de los yacimientos cercanos a este cementerio no sea de índole
habitacional, y corresponda a una función semejante o igual a la del Cuadrante
de La Montaña.
Entre
los yacimientos “sospechosos” está el de Caño Piedra. Este sitio se descubre
debido a la erosión de las paredes del río, dejando una sección muy determinada
con una gran cantidad de fragmentos cerámicos y líticos expuestos, pero con una
característica que no tiene El Cuadrante: la mayoría de la cerámica es de uso
restringido, o sea, policromos, bicromos, modelados e inciso muy fino. Este
sitio se encuentra muy cerca del cementerio de rodelas El Pedregal (ver figura
5).
Figura 31:
Fragmentos de grandes vasijas de almacenamiento. Escala en pulgadas. El
Pedregal.
|
Una
de las diferencias que se deben anotar al comparar los montículos y los
cementerios de rodelas es justamente la baja frecuencia general de residuos
culturales, al tal punto, que pareciera que la superficie en los cementerios se
acostumbrara barrer. En este aspecto, lo que se observa en un yacimiento no
alterado suelen ser unos pocos fragmentos de estas grandes vasijas de
almacenamiento. Por desgracia no queda ningún montículo inalterado, pero en
vista de que en la periferia hasta unos 50 metros alejado no hay un solo
fragmento, supongo que el fenómeno de limpieza también se dio.
2-Lítica
Como
ya se indicó el material lítico suele ser muy escaso, y depende de lo que la
maquinaria o los saqueadores abandonen en el yacimiento.
Entre
los restos observados había cierta cantidad de piedras de moler no grandes,
manos en forma de bollo y pistilos. La piedra de moler tenía dos formas: una
muy plana y de plato rectangular acentuado con soportes cortos, y el común de
extremos levantados y soportes cónicos.
El
otro objeto que había eran unos artefactos conocidos como “asientos” (fig. 26),
hechos de un bloque de ignimbrita roja. Estos eran de tres formas, según se
vio: 1-en forma de cono truncado, 2-en forma de “hongo”, pero con la parte
superior plana y, 3-en forma de una rueda, con los extremos planos y lado
circular. Según informó el propietario de la finca, estos “asientos” los sacó
la pala del tractor y eran varios, los “más bonitos” se los llevaron los
trabajadores, y el resto los usaron para calza en el equipo de cortar madera,
quedando sus partes tiradas en los alrededores. Solo el mostrado en la figura 26
se salvó, pues sirvió de base a una piedra de afilar.
Figura 32:
Lítica recuperada; 1, 2, ejemplo de las piedrecillas que llenaban el campo
funerario; 3, sección de piedra de moler plana. Escala en pulgadas. El
Pedregal. |
No se
pudo saber cuántos “asientos” aparecieron, solo se decía que fueron varios.
Tampoco se supo decir si eran todos de las cuatro rodelas que el tractor
destapó o si también había entre las rodelas.
En
vista de que gran parte del cementerio aún estaba intacto cuando se visitó, se
buscó en los alrededores algún tipo de escultura u otro elemento, como mojones
o pilares. Nada de esto se halló, ni el propietario sabía de algún elemento de
estos, manifestando que nunca vio cosas de esas en ese lugar. Algunas piedras
parecidas a mojones se vieron en las tumbas abiertas, pero se ignora si estaban
en posición vertical u horizontal, arriba de la rodela de piedra, o abajo.
Consideraciones finales
De
igual manera que la huaca Isabela mantiene similitudes y diferencias con la
huaca Siete Cueros, lo hacen los cementerios de rodelas asociados a estos
montículos entre sí.
No
hay duda de que existe una relación entre la huaca o montículo y el cementerio,
pero a la vez mantienen diferencias difíciles de explicar. Da la impresión que
el cementerio de rodelas funcionó simultáneamente con el montículo, pero para
sepultar un grupo determinado, distinto al que era sepultado en el montículo.
Observando
el material general de distintos yacimientos de la zona de Bagaces se aprecia
fácilmente que hay un segmento del material que es común a todos, pero un grupo
minoritario del mismo presenta diferencias importantes que pueden deberse a
relaciones políticas y/o económicas con otros pueblos, o bien, al factor
tiempo.
Una
base poderosa encadena a todos los sitios, sean de montículo o de rodela, pero
pareciera que los elementos singulares “elite” varían en densidad y presencia. Se
estima que esto se dio también con el objeto más llamativo del período: el
jade.
Los
cementerios de rodelas considero que también tienen diferencias estructurales
según sean asociados a montículos tipo Norte o Sur, pero hay indicadores que
sugieren que las diferencias pueden darse aún entre cementerios asociados a un
mismo tipo de montículo. No se ha encontrado una explicación para este fenómeno
sociológico que puede ser debido a factores cronológicos o, por diferencias de
organización social a nivel de grupo.
Por
desgracia, parece que todas las interrogantes que surgen de la observación
directa e indirecta de estos emplazamientos quedarán sin respuesta, pues cada día
los yacimientos que quedan son destruidos hasta sus bases por labores
agrícolas, para hacer caminos y obras privadas y públicas, donde hasta las
municipalidades sacan la piedra para sus obras, y los huaqueros continúan su
saqueo motivados por la falta de empleo y oportunidades de trabajo.
-------------------------------------------------------------------------
Apéndice 1
Anotaciones sobre la cerámica gigante
usada durante el ritual funerario.
La cerámica es un medio que nos permite dar una ojeada –al
menos superficial- al tipo de organización social, política y económica de un
pueblo ágrafo. Es el material en que se hacían los cacharros de uso diario, los
de lujo y los de culto, esto en sentido funcional.
Dioses, sueños y monstruos que amenazan la humanidad se
retrataban en la humilde arcilla, también lo hacían los poderosos reyes y los
grandes sacerdotes que mediaban directamente con dioses y espíritus
portentosos, pero esto poco nos importa en detalle, pues lo que buscamos con
los restos cerámicos es la actividad diaria, la visión de un día del remoto
pasado. Para conocer los dioses están las tumbas, para conocer a quienes
hicieron los dioses, está el cacharro de uso doméstico-cotidiano, y en el medio
de esas dos categorías están los utensilios del ritual popular, de las fiestas
funerarias y del nacimiento, de las celebraciones de cosechas y de la
fertilidad, que por lo general lo usaba una especie de “clase media” antigua,
compuesta por los artesanos y los chamanes secundarios, los famosos
“susurradores”.
Debido a limitaciones evidentes (bajo muestreo, focalización
de la muestra, origen funcional de la muestra) no se puede esperar que las
observaciones logradas sean todo lo efectivas que quisiéramos. Pero si son una
buena guía en contextos arqueológicos donde no hay ninguna otra, al menos
razonablemente planteada.
Lo primero que llama la atención es la gran cantidad de
fragmentos de utensilios de uso doméstico-cotidiano, pero en tamaños bastante
más grandes que los observados en los sitios habitacionales. Son normales las
ollas, tinajas y bols de entre 40 a 80 centímetros, o más, de diámetro de
borde.
Esta cerámica es parte de un conjunto de recipientes usados normalmente
en los ritos funerarios (al menos). Se trata de los trastos donde se preparaba
la cerveza de maíz o chicha, junto con las ollas y bols o guacales donde se
preparaba y servía la comida (obsérvese
la figura 36-b, donde las flechas señalan un desgaste por abrasión del borde
interno. Esto se produce cuando se colocan otros objetos encima cuyo peso hace
que al moverlos la fricción o roce desgaste los puntos de contacto). En
algún momento durante alguna ceremonia indeterminada (funeraria o no), se
quebraban los utensilios usados y se hacían otros nuevos. No se puede saber si
el acto de quebrar estos objetos era común a todos los enterramientos, o si se
reservaba para algún momento o personaje especial.
Otro dato que hay que considerar, es que estos objetos por
su gran tamaño y peso, tenían que haber estado colocados sobre o en la base de
los montículos. No son objetos que pueda trasladarse individualmente, más bien
tiene que haber sido un acto colectivo lo que los llevó al montículo desde el
lugar en que se hicieron.
El conjunto de grandes vasijas de almacenamiento dedicadas para
el ritual o, rituales funerarios, implica que sobre o al lado del montículo
había un sitio donde no solo se guardaban estos enseres, sino también donde se
preparaba el alimento y la bebida que sería consumida ritualmente, algo que
también sucedió en los cementerios de rodelas. En este sentido la prueba la dan
algunos tiestos, cuando muestran huellas de uso. Es el caso del fragmento de la
figura 36-b. El desgaste de este borde interno no se produce por poner encima
otro objeto una vez, se da cuando es una acción repetida muchas veces.
Fragmentos con hollín y carbón también están entre el
material perteneciente a la categoría de las vasijas de almacenamiento (fig.35).
Estos prueban que se usaron algunos de estos recipientes gigantes para cocinar
junto con aquellos otros reservados para líquidos, lo que a su vez se apoya en
la multitud de formas que tienen estas cazuelas (fig.33), desde ollas de amplio
diámetro de borde hasta tinajas de cuello restringido (fig. 36; F-1 y F-2).
En el yacimiento La Montaña (ver parte II), el sector
denominado como el Cuadrante, fue un sitio donde posiblemente estaban las
grandes vasijas (aquí eran realmente grandes) y donde se hacía una parte de los
festejos o rituales funerarios. El Cuadrante (ver parte II) tenía asociado un
área pequeña donde se depositaron cientos de vasijas quebradas y, estas no eran
gigantes, sino de tamaño normal. Esto quiere decir, preliminarmente, que al
Cuadrante llegaba la gente, familiares y demás, a participar del rito funerario
en el cual la bebida y la comida eran muy abundantes. Terminado el evento y
sepultado el individuo, los encargados destruían las vasijas involucradas en el
festín ritual, quizá también las grandes vasijas de almacenamiento.
Curiosamente los fragmentos de las vasijas menores se juntaban en un espacio de
unos dos metros de diámetro, según se apreció, mientras que las vasijas
gigantes quedaron tapizando el piso.
Hay que tener presente que hubo tres categorías de vasijas
gigantes: 1- aquellas de superficies color natural, pulidas y bien hechas;
2-las de superficie cubierta con pintura roja (de naranja a púrpura) y; 3-las
decoradas con emblemas religiosos, usando la pintura negro y blanco sobre rojo con
modelado zoomorfo/antropomorfo. ¿se
usaron las tres categorías indistintamente para cualquier miembro de la
sociedad? ¿corresponde cada categoría a un grupo determinado? ¿eran los ejemplares
decorados profusamente dedicados para eventos religiosos específicos? Estas
preguntas y otras muchas no se pueden responder, ni siquiera a nivel hipotético
como lo antes expuesto.
Los fragmentos de estas vasijas tienen un acabado de
superficies muy bueno. Por dentro fueron selladas con un engobe grueso y
pulidas, lo mismo que por fuera. Esto señala claramente que hubo tiempo para
hacerlas, pues lo normal en otras partes es que, si acaso solo la superficie
exterior y el borde interior fue pulido, acorde esto con un objeto de uso
simple.
Además del muy buen tratamiento de superficies, más de la
mitad de los fragmentos presenta color rojo (varios tonos) en la superficie
externa, dejándose el cuello color natural como zona de contraste cromático. El
color conlleva un proceso de trabajo extra que no ayuda en nada a la función de
la vasija, lo que puede indicar dos cosas: 1-que el color en esas vasijas
tuviera significado simbólico; 2-que el esfuerzo y tiempo extra-funcional
invertido no iba en detrimento de otras actividades económicas familiares o
grupales.
Sin embargo, un grupo grande de vasijas de almacenamiento no
presentan ninguna duda sobre su utilidad social. Son objetos enormes colmados
de complicados diseños pintados y modelados.
Esta cerámica tiene dos versiones, una compuesta por envases
gigantes, y otra muy parecida (al menos se supone) pero de menor tamaño. Esta
segunda es normal encontrarla como ofrenda funeraria en las tumbas, mientras
que la versión gigante estaba en los depósitos rituales asociados con las
ceremonias funerarias (fig.37).
Figura 37: Modo de decoración en
grandes vasijas de almacenamiento. Escala en pulgadas.
|
El hecho de que se invirtiera tiempo y recursos en estos
objetos indica la importancia que tenían a nivel ceremonial. Me parece que, si
dedicaban tanto esfuerzo a manufacturar los artefactos de diseño complejo,
aquellas otras vasijas gigantes de superficies rojo monocromas también participaban
ideológicamente en el ritual funerario, justificándose de este modo la
inversión extra de trabajo en su acabado superficial.
Abel Vidor et all. (1987). Principales
tipos ceramicos y variedades de la Gran Nicoya. Vinculos 13, 35-317.
Balser, C. (1980). Jade precolombino de
Costa Rica. Instituto Nacional de Seguros.
Baudez, C. (1967). Rechèrches acheológiques
dans la Valleé du Tempisque, Guanacaste, Costa Rica. Paris: Institut des
hautes de l'Amerique Latine.
Baudez, C. (1970). Amérique Centrale. Nagel, Geneva.
Baudez, C.F. et all. (1992). Papagayo: Un Hameau Précolombien du
Costa Rica. Paris:
Editions Recherche sur les Civilisations.
Benson, E. (ed). (1981). Between
Continents/Between Seas: Precolumbian Art of Costa Rica. New York: Harry N.
Abrams.
Bradley, C. (1984). The
Silencio funerary sites. Vinculos
10, 93-184.
Corrales. (2001). Los primeros
costarricenses. San José: Nuestra Tierra Editorial.
Corrales, U. F. (1992). El Pacifico Central de
Costa Rica y el intercambio regional. Vinculos 16, 11-126.
Creamer, W. y.
(1982-1983). Preliminary survey near Upala, Alajuela, Costa Rica. Journal of
the Steward Antrhopological Society 14, 207-220.
Fenseca, O. (1992). Historia Antigua de
Costa Rica: Surgimiento y caracterizacion de la primera Civilizacion
Costarricense. San José: Editorial Universidad de Costa Rica.
Ferrero, A. L. (1977). Costa Rica
Precolombina. San José: Editorial Costa Rica.
Hardy, E. (1992). The
mortuary behavior of Guanacaste-Nicoya: An analysis of Precolumbian social
structure. T.D. Tesis de Doctorado: University of California.
Lange, F. W. (ed). (1996). The
archeology of the Central Pacific coast of Costa Rica. Niwot: University
Press of Colorado.
Lothrop, S. (1926). Pottery
of Costa Rica and Nicaragua. New York: Contributions fron the Museum of the
American Indian,Heye Foundation 8.
Sheets, P. M. (1986). Investigaciones
arqueológicas en la Cordillera de Tilaran. Vinculos 10.
Snarskis, M. (1982). La cerámica
precolombina en Costa Rica. San José: Instituto Nacional de Seguros.
Parte I-II: http://memorialdearqueologia.blogspot.com.es/2015/08/las-huacas-del-jade-en-bagaces.html