Introducción
El perro ha sido el gran compañero del hombre, puede que
desde antes que este llegara a Europa central. En todo caso, ya eran socios en
la caza y compañeros de vida hace más de treinta mil años, como lo atestiguan
los fósiles hallados en Goyet, Bélgica y Altai, Siberia, entre otros
yacimientos. El perro fue el primer animal domesticado, posiblemente por la
ayuda en la caza y en la protección de los lugares en que habitaban las bandas
nómadas. El modo en que esta domesticación inició, es hoy día un asunto de
discusión entre los expertos.
Evidencias de perros domésticos en América se han hallado en
varias partes de Estados Unidos y México, con fechas variables entre diez mil y
ocho mil años de antigüedad. Es evidente que la llegada de estos animales es
muy anterior a esas fechas, pues debieron llegar con las primeras oleadas de
cazadores y recolectores que atravesaron Beringia hace más de quince mil años.
Para el sur del continente americano, las fechas no son muy
antiguas para restos de perros domésticos, los cuales se han fechado entre
siete mil y cinco mil años en algunas muestras provenientes de Ecuador y Perú,
sin embargo, es lógico que la presencia de perros sea tan vieja como la de los
primeros humanos, y esto es algo que se discute fuertemente entre los eruditos,
al considerar fechas muy anteriores a quince mil años en algunos yacimientos de
Brasil y Chile.
En este escrito se verán diversas representaciones de perros
ya en épocas bastante recientes (en términos históricos), que oscilan entre
unos siglos antes de Cristo hasta la invasión europea en el siglo XVI.
Considerando la gran cantidad de evidencias de canes
domésticos que aparecen por todo el continente, al exponer algunos casos que
incluyan a cada país desde México hasta Perú, veremos las principales
civilizaciones del continente y su modo de representar al can, aunque claro
está que los perros estuvieron en cada rincón americano, eso sí, con distintas
apreciaciones culturales que no siempre hicieron del perro un modelo artístico
o ideológico.
Ilustración 1: Ubicación
geográfica de la macro-región de México a Perú.
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El perro de Norte a Sur
El perro llegó a México durante el Paleoindio, con los
cazadores y recolectores de la era de la mega fauna o era del hielo, pero las
primeras representaciones se dan desde unos pocos siglos antes de Cristo, mientras que en Ecuador se encuentran imágenes de perros de más de dos mil años de antigüedad.
México reportó unas cinco clases distintas de perros, desde
pequeños a grandes, sin pelo a muy peludos (fig.1). Estos animales cumplieron
funciones, según parece, similares a la de hoy día, o sea desde compañía hasta
cuido y cacería.
Figura 1:
Dos tipos de perros mexicanos según el códice Florentino, siglo XVI.
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Sin embargo, en las altas civilizaciones mexicanas el perro
tuvo funciones ideológicas importantes. Sirvió de representación de dioses y
cumplió una importante función de compañero del hombre después de la muerte. En
Tehuacán y en la Cueva del Tecolote se han encontrado entierros con perros que
datan de más de cinco mil años de antigüedad, y se supone que esto se hacía
para que el perro guiase a su dueño en los caminos del inframundo. Ya la muerte
y su revelación posterior asusta bastante y, no es ilógico pensar en una
compañía fiel en ese último viaje.
Figura 2:
Perros mexicanos de Colima.
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La función del perro entre los Nahuas y Mayas se da de
formas complejas, por supuesto sin necesidad de hablar del vínculo hogareño,
cotidiano. Como antes se indicó, el perro en estas importantes civilizaciones
tuvo una representación emblemática transcendental. Un mito en la actualidad
afirma que en épocas antiguas cierta clase de perro se engordaba familiarmente
para comerlo, lo cual es totalmente falso, tal y como lo dice M. de la Garza “…el perro no era alimento común, sino comida
ritual, como los pavos, e incluso como los mismos hombres que eran sacralizados
e ingeridos en un acto de comunión con el dios” (de la Garza,
1997, Nº27, pág. 116) . Cierta clase de perro se engordaba
para ese fin tanto entre los nahuas como entre los mayas, donde aparecen en los
códices asociados al signo Kan (maíz) y el pavo. Este acto de sacrificio se
daba también en sustitución del hombre: “El
perro es el animal que sustituyó al hombre en los sacrificios sangrientos de
los mayas y nahuas, porque es el animal por excelencia del hombre y, por tanto,
el que puede representarlo ante los dioses” (ídem: 117).
Figura 3: Vasija en forma de perro con una mazorca de maíz en el hocico (izquierda) y, perro engordado para sacrificio (derecha). Colima, México. |
Los encargados de criar perros era personas de muy alta
estima social en todo Mesoamérica. Estos personajes criaban según las fuentes
históricas al menos siete clases de perros, que en el códice florentino se
llamaban Chichi, Itzcuintle, Xochiocoiotl, Tetlami, Tehui, Tehuizol,
Xoloitzcuintle y Tlalchichi. A la vez que se describen tres de estos animales “uno de pelo largo, abundante, orejas caídas
y cola esponjada; otro sin pelo de orejas caídas y más pequeño que el anterior;
otro de pelo corto, hocico afilado, orejas levantadas y color café claro” (Rodriguez y Gomez , 2003 Vol.3 Nº4) . El perro usado para
los sacrificios entre los nahuas era el Tlalchichi y no el pelón (Xoloibcuintli
o Xoloitzcuintle).
Figura 4:
Perritos de Nayarit, México.
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El perro también tuvo una enorme importancia como psicopompo
o conductor de almas, pues se consideraba que guiaba el alma hasta el
inframundo. También se creía que podían ver los espíritus, como explica de la
Garza: “El perro es un ser nocturno que
conoce los caminos en la oscuridad y puede ver los espíritus. Desde la época
prehispánica hasta hoy, los mayas y los nahuas creen que los perros ven muy
bien de noche a las almas que salen de los cuerpos cuando éstos duermen, por
eso aúllan " (de la Garza, 1997, Nº27, pág.
129) .
También el perro aparece en todos los calendarios
mesoamericanos hasta Nicaragua, donde se conocía como Izcuindi (ídem: 121).
Tuvo relación con el cielo, el fuego y el Sol. Entre los mayas se vincula con
la Luna, el zopilote y Chaac (deidad del agua) (ídem: 123).
Figura 5:
Perrito de Nayarit, México.
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Al perro se le atribuía en la mitología el papel de héroe
cultural, al ser quién entregó el fuego a los hombres: “El fuego proviene del cielo, tiene un origen divino, pero también es
del hombre, es creación humana. Es él quien lo enciende, y así como es símbolo
del centro del mundo (Xiuhtecuhtli), lo es del centro del hogar. De ahí su
vínculo con el perro, que, por ser el animal por excelencia del hogar, es quien
trae al hombre el fuego celeste”, explica de la Garza (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 125) . Así, la figura del
perro pasa al reino de los dioses guardando ese vínculo tan especial con los
humanos, dándole de cierta forma una posición especial que fue más allá del
simple compañero doméstico o guardián.
Figura 6: Cabeza
humana en las fauces de un perro que lo guía al inframundo. Representación
Maya, México.
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El dios civilizador mesoamericano es Quetzalcóatl, el cual
tiene un hermano gemelo que es Xólotl, que tiene la figura del perro y
representa lo contrario de Quetzalcóatl. La obscuridad, el inframundo y la
muerte. Esto es así debido a la visión dual del mundo que desarrollaron estos
pueblos, donde nada era una sola cosa sin tener un opuesto. Pero los opuestos
también se transforman en emblemas distintos pero relacionados. Así como Quetzalcóatl era Venus,
la estrella de la mañana, Xólotl lo era en su visión vespertina del mismo planeta.
Esto por cuanto Xólotl tenía que transportar al Sol por el inframundo (durante
la noche).
Figura 7:
Versión de Xólotl entre los Mayas, México.
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En palabras de la gran investigadora Mercedes de la Garza:
“El perro, en fin, es un
ser que se asoció simbólicamente con los tres estratos del universo, pero
fundamentalmente tiene una significación ctónica. Es celeste, en tanto que se
asocia al Sol y a Venus, y baja al mundo de los hombres el fuego del Sol, pero
es ante todo terrestre e infraterrestre porque simboliza a los dos astros en su
aspecto de tránsito por el reino de la muerte, y por su íntima relación con el
hombre, que le permite sustituirlo como víctima del sacrificio humano, y que,
al conocer los caminos en la oscuridad y poder ver los espíritus de los hombres
cuando se separan del cuerpo, tanto en el sueño como en la muerte, es quien
conduce a las almas de los difuntos a su destino final. Hombre y perro, como en
la vida cotidiana, son inseparables en el pensamiento religioso de los nahuas y
los mayas”. (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 131) .
Figura 8:
Representación de perros. 1, Maya, Guatemala; 2, Zapoteca, México.
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La situación del perro en Guatemala, El Salvador, Honduras y
Nicaragua fue la misma que en México, empezando a cambiar en Nicaragua.
Una cosa muy curiosa de las representaciones del perro en
Mesoamérica, son unos supuestos juguetes con ruedas, los cuales se dice servían
como los carros en miniatura de los niños actuales. Son estas figurillas un
tubo horizontal, con la cabeza de un perro o un jaguar en un extremo y la cola
por el otro. Esto esta sostenido por cuatro soportes que a la vez llevan en su
final un eje con ruedas, en algunos casos tan bien logrados que bien parecen
actuales (fig.9).
Figura 9: Perros de
juguete con ruedas, de soportes cortos. Izquierda, El Salvador; derecha, México
central.
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Figura 10: Perros de juguete con ruedas, con soportes largos. Área Maya. |
En estos juguetes se puede apreciar que la rueda no era
desconocida para nada por las altas civilizaciones mesoamericanas, y da para
suponer que muy bien pudieron haber hecho carretillas de madera para llevar
materiales de construcción, cuya tracción a fuerza tuvo que ser humana.
Lamentablemente, no se ha encontrado nada que confirme lo antes dicho, pero la
sola idea de hacer estos juguetes parece provenir de un modelo funcional. En
todo caso, los juguetes en cuestión muestran diferentes clases de perros, con
rasgos identificatorios muy bien definidos (fig.9-10).
Figura 11:
Perro Xoloibcuintli o Xoloitzcuintle de México. Variedad con pelo y variedad
sin pelo.
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Figura 12:
Crías de Xoloitzcuintle, una con pelo y otra sin pelo.
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La región Maya presenta excelentes representaciones caninas,
estas se dieron en pinturas, piedra y modelado (fig.13), siendo la mayoría
emblemas religiosos como antes se indicó. Pero la situación empieza a cambiar
entre más al sur nos movamos. Ya en Nicaragua se encuentra un sector
mesoamericano reciente y muy bien definido, que comparte frontera con un sector
chibchoide ancestral, que sobrevivió a la invasión de grupos nahuas en la
cuenca media del río San Juan y la costa atlántica o caribeña.
Figura 13: Distintas maneras en que se representa al perro en la región Maya. |
En el sector mesoamericano de Nicaragua se encuentran una
serie de pequeñas y graciosas representaciones de perros “gordos”, muy
parecidos a los mexicanos. En muy posible que tuvieran un valor simbólico a
nivel funerario, pero también pueden ser representaciones de perros para
sacrificios (fig.14).
Figura 14:
Figuras en metal y arcilla de perros gordos de Nicaragua.
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Algunos perros de arcilla en Nicaragua presentan muchas
características de una clase de perro mexicano que hoy día llamamos Chihuahua.
Esto por cuanto la cabeza es grande y redondeada y hocico pequeño y afilado
(fig.15, derecha), aunque por supuesto esto es atrevido de asegurar.
Figura 15:
Crías de perro Chihuahua mexicano. Comparece los rasgos generales de la cabeza
con el can de arcilla de la figura 14.
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En Costa Rica se dan tres tipos de representación de perros
distintas, lo cual parece corresponder con áreas culturales específicas. En la
región Occidental el tipo de perro en arcilla que aparece suele ser el de uno
gordo, típico de la tradición mesoamericana irradiada desde Nicaragua. Es muy
posible que durante algún tiempo y en ciertas circunstancias, algunos pueblos
usaran el sacrificio del perro a la usanza mexicana, pero las figurillas de
estos animales son muy raras y simples (fig.16, izquierda).
Figura 16:
Representaciones de perros. Izquierda, perro gordo para sacrificio; derecha,
perro simple con un animal encima que no parece otro perro.
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En la región Central y Oriental es frecuente una figurilla
de perro solida o sonajero realizada de modo muy simple (fig.16, derecha).
Estas figurillas siempre tienen un hoyo en la sección media del cuello para
llevarlas colgadas o, para colgarlas en algún lugar. El significado de estos
perros no parece tener relación alguna con aquellos de origen maya o náhuatl,
aunque pudieran haber tenido algún vínculo con la muerte.
En piedra encontramos en Costa Rica algunas imágenes de
perros. En la región Occidental, donde hubo un gran desarrollo escultórico, es
donde vemos los mejores retratos de cabezas de canes, los cuales
tradicionalmente han sido identificadas con coyotes (fig.17; 3). Sin embargo,
las facciones de estas imágenes son muy bien detalladas y no calzan de modo exacto con el
coyote. Si consideramos que en esta región era limítrofe con las regiones
ocupadas por grupos nahuas, lo más coherente es que las efigies de cánidos en
piedras de moler correspondan a alguna deidad mesoamericana, o bien a algún
otro aspecto religioso relacionado con el perro (símbolo calendárico, por ejemplo).
Figura 17:
Formas de perros esculpidos en piedra. Costa Rica.
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En la región suroccidental se encuentran ocasionalmente unas
esculturas cinceladas en bulto de modo simple que representan varios animales,
entre los cuales están los perros (fig.17; 1, 2). En esta región no se
encuentran perros en ningún otro material, lo que resulta curioso y quizá se
deba a una falta de muestras más que a otra cosa.
En las culturas colombianas el perro se representa poco, con
excepción de la región de Tumaco, donde nuevamente aparece en una serie de
vasijas efigie.
Figura 18:
Representación de perro en metal. Colombia.
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Sin embargo, figuras perrunas suelen verse en remates
metálicos de bastón en diversas partes colombianas. Estas figurillas muestran
un retrato de perro muy bien logrado, y en ningún caso aparecen los perros gordos
tan comunes en Mesoamérica. Estos vuelven a aparecen en la región fronteriza
Colombia-Ecuador, donde se aprecia que la función del perro fue muy semejante a
la de Mesoamérica (fig.19).
Figura 19: Vasijas de la región de Tumaco, Colombia. A
la izquierda un personaje juega con un perro; a la derecha un perro d apariencia momificado,
símbolo relacionado con la muerte.
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En Valdivia, Ecuador, se localizó una cultura compleja que
se toma entre las primeras en desarrollar la cerámica en el continente, en la
cual encontramos las primeras representaciones de perros (fig.20). El perro en
esta sociedad jugó un papel muy importante como compañero familiar y la caza.
Las viviendas Valdivia se hicieron en montículos de tierra
artificiales, y en su suelo se enterraban los muertos familiares. Durante las
excavaciones se encontraron numerosos perros acompañando a sus amos en la
muerte, como pasó también en las civilizaciones mesoamericanas tempranas.
Figura 20:
Cuenco cerámico Valdivia, Ecuador. En esta sociedad se dieron las primeras y
más antiguas representación de perros en América.
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En los diversos objetos de Ecuador se ve al perro en sus dos
grandes dimensiones, la del compañero familiar, del hogar, y la del compañero
en el viaje final, en la muerte. De cierta manera este dualismo existe hoy día
en muchos estratos sociales de toda América, y esto es así por el lazo tan
antiguo entre el hombre y el primer compañero de este en toda su historia. Si
algo es bueno en la vida, lo será en la muerte.
La cultura Huancavilca de Ecuador, heredera de la de
Valdivia, también dejó múltiples representaciones de perros, y fue normal
enterrar perros familiares con sus socios humanos. Nuevamente las distintas
imágenes de canes reflejan dos vertientes ideológicas, aquella relacionada con
la muerte y, la de mascota familiar.
Figura 21:
Botella en forma de perro. Huancavilca, Ecuador.
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Es interesante hacer notar que, entre más avanzada una
cultura determinada, más imágenes que involucran perros encontramos. El perro
en su condición de auxiliar y compañero, no solo lo fue de los núcleos
familiares, sino que acompañó a los grandes reyes tanto en vida como en muerte.
En Perú, los reyes moches tenían al menos un perro entre sus bienes más selectos,
tanto, que debían acompañar al rey en la muerte y el otro mundo (fig.22).
El sensacional descubrimiento de la tumba del rey de Sipán
puso al descubierto que casi todas las figuras que se miran en el arte de esta
cultura son representaciones de la realidad. Es como si la civilización mochica
hubiera “escrito” en imágenes todo, desde las escenas más comunes y domésticas,
hasta de los más altos personajes y sus acciones públicas.
En estas cerámicas moches es muy común el perro acompañando
familias del pueblo (fig.23), y en acciones militares de reyes y otros
poderosos señores de los diversos reinos de ese momento. Incluso, el perro
aparece en actos zoofílicos con mujeres (fig.24).
Figura 23:
Grupo familiar y sus mascotas: guacamayos y perros. Moche, Perú.
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Al igual que entre los nahuas y mayas de Mesoamérica, en los
moches aparece el perro en función de un dios u potencia espiritual importante.
Normalmente este emblema religioso se representa como un perro sentando con las
patas delanteras retraídas, en esa pose tan común de los canes de hoy día
cuando piden comida (fig.25, 3). La importancia ideológica del perro también se
prueba en emblemas reales de cobre, como una cabeza de este material encontrado
en la tumba real del ancestro del rey de Sipán (fig.25, 2).
Figura 25:
Representaciones de perros en Perú. 1-Chavin; 2, 3-mochicas.
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Las figuras de canes peruanos más comunes fueron las que
aparecen en botellas de pico y puente tanto chimúes como moches. Esto objetos
de uso común de la elite de la costa norte peruana muestran dos clases de
perros. Uno con pelo y manchas de color pardas y, otro de la clase sin pelo
semejante al mexicano (fig.26). El perro sin pelo fue descrito por los europeos
como usado en sacrificios por los incas, al igual que en México, y también se menciona que el
propio rey Inca tenía uno, lo mismo que otras familias de la nobleza. Al respecto, durante las excavaciones realizadas por Hiram Bingham en Machu Picchu, al menos el entierro con más ofrendas de lujo pertenecientes a una mujer, tenia a su perro enterrado con ella (Birngham, 1949: 319).
El perro sin pelo parece que fue muy popular en toda la
costa peruana, pues es muy representado en vasos de la cultura Chancay, donde
se enfatiza el motivo de la perra dando de mamar a sus crías, las cual podían
ser con o sin pelo, distinguiéndose cada cual por las manchas o la ausencia de
estas.
Figura 26:
Vasos en forma de perro con y sin pelo. Perú.
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Figura 27:
Representaciones de perros de la cultura Chancay. Fertilidad y muerte.
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Las imágenes de perros de Chancay guardan un gran parecido
con las mesoamericanas en términos simbólicos elementales. Por un lado, unos
vasos enfatizan siempre en una perra y sus crías, nunca esta flaca sino más
bien se aprecia en muy buen estado de salud. Por otro lado, aparecen figuras de
perros que más parecen momias, pues se marca muy bien la columna vertebral
expuesta y las costillas. En toda la región del Pacífico americano, esta forma
dual de representación tiene relación con la fertilidad y la muerte.
Figura 28:
Perros peruanos. Variedad con y sin pelo.
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Comentarios finales
Como
se dijo al principio, el perro acompañó al hombre desde su ingreso al
continente, entre las primeras partidas familiares de cazadores y recolectores,
con lo cual no es de extrañar encontrar imágenes de canes en todo el continente, desde Alaska hasta Tierra del
Fuego, y de oceáno a oceáno. Pero fue entre las civilizaciones más importantes
y sus bordes, donde vemos una gran cantidad de representaciones de perros,
mismas que suelen enfatizar en dos aspectos: el cotidiano y el simbólico.
No se
sabe cuantas clases de perros hubo en América, cuantas razas puras y cuantas
mestizas. Se tienen datos relativos sobre perros cruzados con lobo en
Teotihuacán, México, donde se encontraron estos como residuos de sacrificios (Rodríguez y
Gómez , 2003 Vol.3 Nº4) .
Cruces de perros con coyotes aun hoy día se practican por parte de algunos
aficionados a la cacería, señalando que son perros magníficos pero poco fiables,
esto, al menos en Costa Rica Occidental.
A lo
largo de la historia siempre se buscó fortalecer determinadas características,
haciendo cruces entre variedades o especies semejantes, y de todo esto es que
surgieron los perros autóctonos que los europeos vieron y describieron, y de
los cuales quedan algunas clases puras, principalmente en México y Perú.
El
perro en la antigüedad fue retratado en todas las formas posibles, desde el can
familiar, acompañando a sus amos o jugando con alguien, hasta en su dimención
celeste, como dioses o héroes culturales. También sirvió de símbolo de
abundancia, así como de la muerte. El símbolo de la muerte con el perro parte de
una lógica unión muy fuerte con el ser humano, misma que se quiere sea eterna,
y que así como vivieron y compartieron juntos la vida, lo harán también en ese
otro mundo oscuro y misterioso que a todos nos llegará el momento de conocer.
Bibliografía
Antonio Aimi, Walter Alva y Emilia Perassi (eds.) (2008). Sipán: El Tesoro de las
Tumbas Reales. Fondo
Italo Peruano, Giunti Arte Mostre Musei s.r.l. Prato. Italia, 114-137.
Bingham, H. (1949). Machu Picchu: La ciudad perdida
de los Incas. Santiago de Chile: Ed. Zig Zag.
de la Garza, M. (1997, Nº27). El perro como simbolo
religioso entre los Mayas y los Nahuas. Estudios de la cultura Nahuatl,
111-133.
Rodriguez y Gomez . (2003 Vol.3 Nº4). Animales en el
Mexico Prehispánico. Imagen Veterinaria, 46-52.