martes, 6 de octubre de 2015

LAS HUACAS DEL JADE EN BAGACES, GUANACASTE, p.III - IV




PARTE III Y IV

(inicio en parte I-II)


La Huaca Isabela





Introducción


Con la finalidad de mostrar las variaciones entre los dos tipos de montículos (norte y sur), en esta parte se verá el material de la huaca Isabela y su correspondiente cementerio de rodelas.

La huaca Isabela no perteneció al grupo de montículos famosos por su contenido o calidad de jade, en cambio algunos objetos de oro y guanín (aleación de cobre y oro) incidieron en su saqueo masivo.

El montículo Isabela es del tipo sur, carece de pilares y prácticamente de mojones, de los que se observan muy pocos. Tuvo esculturas al igual que los montículos del tipo norte.

Como la mayoría de montículos del grupo sur, la huaca Isabela es más alta y compacta que la Siete Cueros, pudiendo alcanzar entre tres y cuatro metros de altura al medio, por solo cuarenta metros de largo.

Al igual que todas las estructuras de montículo en la zona Bagaces, la huaca Isabela se halla sobre una loma cercana al río, mientras que el cementerio de rodelas El Pedregal se ubica en un área baja a las orillas mismas del río (fig. 1).

Figura 1:  Ubicación de la Huaca Isabela con respecto al río Paso Ancho (110 ms) y del yacimiento El Pedregal (262 ms). Símbolos amarillos ubicación de petroglifos. Tomado de Google Earth.



 Yacimientos habitaciones asociados

Los yacimientos habitaciones en este caso son de dos tipos, unos expandidos a lo largo de las márgenes del río y otros concentrados un poco más alejados del agua, sobre terrazas planas (fig. 5). El problema es determinar cuáles yacimientos habitacionales corresponden a la huaca Isabela, pues en esta localidad hubo cuatro montículos, de los cuales se tratará en otra oportunidad (ver: EVIDENCIAS DE AREAS DE ACTIVIDAD ESPECIFICA EN UN YACIMIENTO HABITACIONAL:  LA CULEBRA, BAGACES).

La población vivía a la orilla del río, como lo atestigua la gran cantidad de material arqueológico. En los alrededores inmediatos del montículo y del cementerio El Pedregal no se localizó material de desecho, lo cual es consistente para toda la zona arqueológica de Bagaces.

En dos lugares que corresponden a pasos naturales del río se hallaron unas marcas en piedras (fig. 1). Estas marcas o petroglifos son de carácter muy simple, aunque si se miran con detenimiento parece que, en conjunto, presentan un patrón ideológico-funcional (fig. 2, 4).

Las características de estas marcas en la piedra es que son casi todas del mismo tamaño y forma (elíptica), y aparecen en grupos muy unidos o solos, pero siempre de lado a lado del río (fig. 2, 3). Se ha dicho que este tipo de marca corresponde a la huella dejada en sitios donde se trabajaba la piedra, específicamente puliendo “celts” o hachas pulidas. El problema radica en que tales artefactos son de muy distinto tamaño, tanto de grosor, largo y ancho de filo, lo que daría huellas de trabajo semejantes al objeto, no siendo el caso.


Figura 2: Marcas o petroglifos del Paso de rio Paso Ancho.





Figura 3: Piedra con cientos de marcas normales, y tres muy profundas sobre el filo de la piedra. También tiene pequeños cuencos pulidos. Isla Sotacaballo, río Paso Ancho.




Figura 4: Forma de la piedra marcada. Isla Sotacaballo, río Paso Ancho.



Aunque no se han estudiado estas marcas, es improbable que sean huellas de trabajo en el proceso de hacer hachas pulidas. En la figura 4 se ve un lado de una piedra que presenta múltiple rayado. En este lado algunos dicen ver algún tipo de rostro y otras figuras.

A pesar de que los sitios habitacionales se extienden a lo largo del río es importante acotar que estas marcas solo se conocen en dos puntos, que a la vez son los pasos naturales para ir de lado a lado del río sin peligro.

Los distintos sitios habitacionales no han sido revisados en forma, lo que provoca un vacío informático. Aun así, algunos elementos pueden ser destacados.

El material antiguo que se observa es el común para todos los yacimientos, pero la frecuencia de algunos modos estilísticos varía entre un yacimiento y otro. Por ejemplo, en Loma Coyote y El Anima se encuentran muchos soportes, no siendo pocos los de copas de tamaño pequeño y, figurillas animales. También se mira mucha lítica, partes de piedras de moler, manos y puntas (posiblemente de flecha) usando piedras micro-cristalinas, mientras que, al otro lado del río, en el yacimiento Los Guácimos no se halló nada de la industria lítica antes mencionada, pero si partes de ocarinas y partes de hachas pulidas (fig. 5).

En cuanto a la cerámica abundan las formas de guacales (tazón) trípodes, ollas de cocinar, platos y platones, cuya decoración en todos los casos es igual: cuerpo color arcilla y borde pintado de rojo.


Figura 5: Ubicación de los yacimientos habitacionales supuestamente asociados al montículo Isabela. Hacia el Oeste no se encontró ningún sitio, quizá por ser tierras pantanosas, al igual que las del Suroeste. Todos los sitios están situados en tierras que no se inundan, cercanas a una fuente de agua. Toma de Google Earth.


Ocasionalmente se miran fragmentos con líneas negras múltiples sobre rojo, beige o blanco, línea negra y blanca sobre rojo, incisos y estampados con caracol terminan de formar la mayoría decorada del material de superficie.

En el yacimiento El Cocobolo la cerámica era distintiva, muchas ollas grandes y regulares con el cuello beige y líneas negras verticales, bastantes fragmentos incisos y muchas lascas de basalto y jaspe, junto con preformas de puntas y hachas lasqueadas. El resto del material, por supuesto la mayoría, se componía de los tipos y formas cerámicas usuales. En los linderos externos del yacimiento se encontraron dos fragmentos de piedra de moler, uno del tipo común y el otro con diseños grabados en la parte superior del plato de molienda, pero no se puede asegurar a que yacimiento pertenecen por hallarse relativamente cerca de otro montículo, en un área de muy baja densidad de materiales, entre los que se halló unas pequeñas “tortillas” de arcilla que correspondían a la forma de discos de barro totalmente planos, de unos 15 a 20 cm de diámetro. Por asociación formal, estos discos o “tortillas” pudieron ser bases de movimiento circular (plato de torno) empleadas en la fabricación de vasijas.



Materiales de la Huaca Isabela



Cerámica


El montículo Isabela presenta características comunes con el montículo Siete Cueros, aunque no se puede decir que iguales. La cerámica común de la Isabela es un poco más tosca que la de Siete Cueros, pero presenta algunas características y modos que no se vieron en ningún yacimiento asociado a la Siete Cueros.

Otra diferencia importante es la de las vasijas de almacenamiento, pues en la Isabela no se localizó ningún tiesto de las dimensiones comunes para la Siete Cueros, pero en ambos casos muchas de las grandes vasijas presentaron diseños pintados en negro y blanco sobre rojo. Solo en el montículo Isabela se observó el caso de líneas blancas verticales, anchas, sobre beige en el cuello de estas grandes vasijas (fig. 17-d).

La frecuencia de la cerámica negra hecha con la técnica de “ahogado” (que convierte la arcilla beige en negra) también es mucho mayor en la Isabela que en la Siete Cueros, pero sin llegar a ver ningún caso de vasos de uso exclusivo o limitado, excluyendo a las ocarinas.

La forma de copa con soportes trípodes muy altos no se encontró en La Isabela, pero en su lugar se halló una gran cantidad de copas con soportes trípodes sonoros o huecos de mediano tamaño. Estas copas de soportes medianos y relativamente cortos también son frecuentes en el montículo Siete Cueros, donde sí se localizaron vestigios de la otra clase de copa de soportes muy altos.

Hay que tomar en cuenta que el hecho de no haber encontrado un fragmento de una clase cerámica en un yacimiento no indica que no existiera, solo que su frecuencia es aparentemente menor con respecto a otro yacimiento en el material residual.

Las diferencias entre ambos montículos pueden deberse a factores temporales dentro de la misma fase de desarrollo. Si esto fuera así el montículo Siete Cueros y sitios asociados serían más tempranos, mientras el montículo Isabela sería más tardío, entre 500-700 d.C., lo cual no implica que todos los yacimientos tipo Sur (como la Isabela) fueran más tardíos, aunque es una posibilidad interesante que ayudaría a explicar el motivo de que hubiera cuatro grandes montículos y sus respectivos yacimientos asociados en un área tan pequeña.


Cerámica decorada


1-Diseño pintado como elemento principal: Cerámica bicroma y policroma.


En este yacimiento se encontraron las variedades transicionales entre la cerámica de base rojo pintada con diseños de líneas negras limitadas por blanco, con aquella de fondo claro y diseño en líneas rojas limitadas por negras (fig. 6: c-e), coexistiendo aun con los modos decorativos típicos de la cerámica de fondo rojo y diseño en negro y blanco (fig. 8).


Figura 6: Primeros policromos de la región occidental. Las formas corresponden con las cerámicas de base roja, o sea acampanadas compuestas (c, e). Una forma novedosa es la “b”, que corresponde a un tazón de bode exverso. En Ej se ve la forma de “c, e”. Escala en pulgadas.  Huaca Isabela.



En términos generales estas cerámicas incorporan aun los ensamblajes de motivos y líneas de otros ceramios de línea negra sobre rojo, tales como las líneas paralelas onduladas hechas con pincel de punta múltiple (fig. 6; a. 7; a, f) y rectas (fig.7; d, e) o las espirales de línea recta (fig. 6; c, d).

Más extraño es ver motivos de “soles” y círculos realizados con líneas curvas, lo cual se puede considerar una innovación o particularidad (fig. 6-b, fig. 7-c).


Figura 7: Policromos iniciales de la región occidental “a, b, d-f”. El caso “a” corresponde con Ej-1, y el caso “c” lo hace con Ej-2. Escala en pulgadas.  Huaca Isabela.


Una cerámica policroma de superficie bruñida, derivada de los modos de línea angular, es importante de señalar, ya que de esta clase derivan gran cantidad de cerámicas posteriores. Se trata de la fusión de dos tipos cerámicos, el llamado Galo policromo, también presente en el yacimiento (fig. 7; c, Ej-1) y el Carrillo policromo inicial (fig. 6; c-e), de la cual aparece lo que podríamos denominar el Carrillo policromo “bruñido” (fig. 7, a, Ej-2).

Otras formas y modos policromos exponen una gran cantidad de diseños formales y decorativos, sugiriendo varios centros de fabricación con un sistema bien desarrollado de comercio inter-regional. Algunas de estas formas y modos se ven en la figura 6 y 7.


Figura 8: Cerámica tricroma común. La mayoría de estas vasijas eran bastante grandes, se supone que para almacenar cerveza de maíz (chicha); a, b, d-h. El mismo modo pintado, pero en recipientes pequeños; c. El borde b con pintura base morada.  Escala en pulgadas. Huaca Isabela.


La cerámica tricroma de este yacimiento es, comparada con la del montículo Siete Cueros, de menor tamaño, pero con más elementos plásticos adheridos, como se ve en la figura 8; d, f, h.

Un caso muy interesante, o poco visto, es el que se ve en la figura 9-g. Se trata de una un fragmento del borde de una olla o tinaja de mediano tamaño pintado de negro y seguido de una línea roja, todo sobre una pintura amarillenta. Hasta este momento cronológico lo normal es que los bordes sean pintados de rojo, viéndose solo casos con pintura negra en clases cerámicas cuya decoración es a base de líneas negras sobre rojo. Otro ejemplo de esta innovación se ve en la misma figura 9-b, también de labio pintado de negro. El caso 9-b es indicativo de un cambio importante, pues no se trata de una vasija especial, más bien es una olla de boca amplia muy común.

Figura 9: Cermicas de linea blanca de comercio con el norte; a, c. Ceramica de linea blanca de la región central y norte; e. Ceramica de base blanca local; “d” y “f”.  Los casos “b” y “g” son una innovacion temporal, ya que usan el labio del borde pintado de negro. Esacala en pulgadas. Huaca Isabela.


Cerámica de línea blanca sobre morado (fig. 9; a, c) y de línea blanca sobre beige (fig. 9; e, fig. 17-d) no son extrañas en este yacimiento, lo mismo que cerámica de línea roja sobre blanco (fig. 9; d). Los ceramios de línea blanca sobre morado corresponden a una clase de alfarería hecha en el norte, quizá en la región de Rivas, Nicaragua, mientras que la de línea blanca sobre beige es común en el Valle Central Occidental de Costa Rica y la región nororiental.  Se trata de un grupo de objetos que llegó a este yacimiento producto del comercio, aunque no se sabe el modo en que este se realizó (directo o indirecto).   

Figura 10: Ceramica bicroma. Los casos “a” y “b” incorporan en el acabado una zona beig claro en la base del cuello, de donde salen lineas negras verticales. El caso “c” es interesante, ya que las lineas negras no sonrectilineas, sino curvas. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.


La cerámica bicroma tradicional continúa en porcentajes altos, al igual que el resto del ensamblaje utilitario.

En la figura 10 y 11 se ven las clases de cerámica de línea negra más frecuentes en todos los yacimientos de la zona de Bagaces. Los objetos de la figura 10 corresponden a ollas y tinajas pequeñas, donde se dejaba un área de contraste entre la parte superior de la vasija y el cuerpo, que era pintado de rojo. Las líneas negras, por lo general una por lado, dividían el objeto en zonas rojas amplias, quizá imitando la forma del ayote. Solo el caso “c” de la figura 10 se sale completamente de lo común, pues tuvo un diseño curvilíneo.

Figura 11: Escudillas profundas con pintura negra sobre rojo y negra sobre blanco. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Una forma tradicional es la de un vaso de boca muy ancha, semejante a una escudilla de bordes verticales, se ve en la figura 11.  Los casos “a” y “b” presentan una serie continua de líneas negras onduladas sobre rojo, realizadas con pincel de punta múltiple. El mismo patrón, pero sobre fondo blanco y de líneas rectas, también está en la muestra (fig. 11, c).


Figura 12: Tinajas de base roja sobre la cual se pintó un diseño de grupos de lineas horizontales y verticales en color negro. Todos presentan el patron tipico de esta clase ceramica. El borde de estas vasijas tiene forma de “coma”, y el labio siempre esta pintado de negro (a). Escala en pulgadas. Huaca Isabela.


La cerámica de líneas negras sobre rojo es muy común, principalmente en la forma de tinajas (fig. 12; Ej-1, 2). En la figura 12 se ve un caso (e), donde entre el típico patrón rectilíneo aparece una banda de cinco líneas onduladas. Si bien no es un diseño novedoso, en este yacimiento es poco frecuente, al igual que el caso “b”, donde el patrón vertical pasa sobre una franja de blanco fugitivo ubicada sobre la base del cuello.


2-Cerámica incisa/esgrafiada


Los vasos cuya decoración principal es a base de diseños incisos o esgrafiados se puede considerar de uso social moderado. Esto quiere decir que en general no se trata de objetos exclusivos de la elite social, ni eran seleccionados para efectos exclusivamente rituales, aunque hay algunos casos que si sugieren tal función.

La mayoría de objetos, tanto en forma como en diseño inciso, se encuentra en todos los yacimientos habitacionales en forma de desecho, pero no en cantidades tales que indiquen un uso doméstico-cotidiano. Lo anterior es aplicable aun para los casos más finos y de diseño más complejo, como lo fue el caso “c” de la figura 13.

Durante el periodo 300-800 d.C. se fabrican en esta zona y, en la región occidental en general, las cerámicas inciso-esgrafiadas más lujosas de la antigüedad costarricense, compitiendo a nivel estético con las clases policromas nacientes, las cuales en su desarrollo van desplazando aquellas incisas hasta relegarlas a un grupo bastante sencillo. 


Figura 13: Cerámica inciso/esgrafiada. El caso “c” corresponde con la forma y decoración de Ej. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



 La decoración con incisos abarcó una amplia gama de formas cerámicas, las cuales muchas veces incorporan modelado zoomorfo y/o antropomorfo, aparte de que la forma misma muchas veces incorpora ostentosas bases anulares, de pedestal y de soportes huecos (sonajeros). Las superficies suelen ser de bien pulidas a bruñidas, del color natural de la arcilla o bien, cubiertas de pintura rojiza. En la figura 13, los casos “a” y “b” corresponden a formas de vasija compuesta, en forma de botella, al igual que el caso “f”.

El caso “c” pertenece a una de las variedades cerámicas más finas y elegantes de la época. Estos objetos no usaron pintura, sino que mediante una combinación de bruñido y control de temperatura del horno en que se hacían, se logró un color uniforme anaranjado-rojizo brillante. Los diseños son siempre a base de líneas rectas, pero con una gran cantidad de figuras combinadas incorporadas en un mismo panel horizontal, usando líneas siempre muy finas y bastante bien ejecutadas.


Figura 14: Cerámica incisa. Casos a-c, cerámica bruñida; caso d, inciso tosco; casos e-i, cerámica incisa común. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.

Una clase cerámica poco frecuente es la mostrada en la figura 14, a-c. Son fragmentos que presentan un magnifico bruñido sobre superficie color gris con tonalidades naranja. La decoración en este grupo se basa en líneas incisas finas en diseños complicados y recargados, pero, el diseño realizado con descuido.

El resto de la cerámica incisa del montículo Isabela es la normal para la época. Guacales (bol), escudillas, platones y copas (fig. 14; e-i) decorados con bandas horizontales de triángulos solos o alternos.


3-Ceramica estampada y punzonada. 


El grupo de objetos que usa el punzonado o estampado como elemento decorativo es también, como es esperable, común. Abundan los estampados de diente de tiburón (fig. 15-b), el raspado con caracol (fig. 15-a, d), así como el punzonado con uña (fig. 15-e) y el simple, hecho con algo puntiagudo (fig. 15-c).

Los distintos elementos usados en esta cerámica no parece que incidan en su forma, pues toda esta cerámica enfatiza en ollas y tinajas, las cuales muy rara vez, por no decir nunca, se emplearon para cocinar.


 Figura 15: Modos impresos o punzonados; a, arrastrado de concha o caracol; b, impresión diente tiburón, punzonado simple; d, estampado del dorso del caracol; e, punzonado con uña. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Este grupo cerámico suele usar caracoles, conchas y dientes de tiburón, posiblemente de Carcharhinus leucas, o tiburón de “agua dulce”, lo cual podría señalar una faceta de explotación económica de la zona media y baja del río Tempisque o, inclusive del mismo golfo de Nicoya, lo que se refuerza por el uso masivo del caracol púrpura (Plicopurpura pansa), que se explotó masivamente durante el lapso temporal 1350-1590 d.C. (fig. 16). Los años posteriores a 1550 llevaron a la especie en el golfo de Nicoya al borde de la extinción, ya que las poblaciones locales debían pagar en hilo el tributo a la corona española.


Figura 16: Forma de dientes del tiburón de agua dulce (Carcharhinus leucas) y del caracol púrpura (Plicopurpura pansa). Baudez identificó este caracol en la impresión de vasijas (Baudez 1967). 



Las dos especies marinas involucradas en la cerámica impresa tienen una trayectoria de uso impresionante ya que, desde los años 500 a.C. se fabricaba usando el caracol púrpura y el diente de tiburón. Esto sugiere una explotación metódica de ciertos medio ambientes, como serían los estuarios y los arrecifes, donde al menos se recolectaba y pescaba selectivamente estas dos especies.

El tiburón pudo ser pescado por su gran tamaño para procesarlo en carne que se podía distribuir seca o salada como bien de comercio, y el caracol plantea la interesante hipótesis de una temprana industria textil.

Las vasijas que usan estos elementos para decorarlas se fabricaron en la zona, no son producto de un comercio directo de alcance medio. Lo que sí llegó y se distribuyó ampliamente fueron los caracoles (no son comestibles) y los dientes de tiburón. Considerando lo común de esta cerámica podemos suponer que ambos elementos llegaban en grandes cantidades a la zona de Bagaces.


4-Formas comunes de vasijas


Este montículo se destaca por la enorme cantidad de fragmentos cerámicos. Como es lógico, la mayoría provienen de ofrendas que los saqueadores rompían, pero también hay una cantidad inusual de cerámica que fue depositada quebrada como parte del ritual funerario. Este es el caso de las vasijas de almacenamiento, ollas y tinajas simples, bols de borde invertido o exverso (fig. 16-17; a-i).


Figura 17: Formas usuales: a-f, ollas y tinajas; d-borde de vasija de almacenamiento con el cuello pintado de morado y líneas anchas verticales color blanco fugitivo; g. borde de guacal (bol). Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Las tinajas normalmente tenían un borde alto y exverso que servía de asidero (fig. 17; f, h, i). Los guacales o bols más comunes son aquellos de borde exverso pintado de rojo con tres soportes “bala” (fig. 17; 1, 2), y los más raros son los de pared invertida con o sin un reborde colocado ligeramente abajo del labio (fig. 17; g, 3), los que tienen soportes mamiformes huecos (sonoros) o bases de pedestal.

Llama la atención la gran cantidad de fragmentos de vasijas miniatura, las cuales debieron ser usadas simbólicamente o bien, fueron parte del ajuar de ciertos individuos que bien pudieron ser chamanes. En la figura 17; 6-7, se ven dos soportes de este tipo de vasija, y en “ñ” se ve una parte de una de estas miniaturas.

Figura 18: Formas comunes; a-i, ollas, tinajas, bols. Copas; j, m, p.  1-3 guacales o bols trípodes. 4-9 soportes. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.


La forma de copa con soportes huecos y sonoros y de tamaño normal, es común en este yacimiento. Estas son unas vasijas de fondo redondeado y bordes muy altos exversos< (fig. 17; j, m, p). Los soportes son de forma ovoide vertical (fig. 18; e, f, k, ñ) normalmente huecos y sonoros. En la figura 17, los casos 7 y 8 son soportes que siguen la forma propia de aquellos usados en estas vasijas y, puede que fueran miniaturas de las mismas.


5-Soportes y asas


Los soportes más comunes son los del tipo “bala”, no solo en este yacimiento sino en todos (fig. 17; 1, 2, 4, 5, fig. 18; b). Estos soportes son sólidos y generalmente pequeños, de forma cónica sencilla. El nombre “bala” proviene de la semejanza formal entre ambas cosas.

Los soportes huecos con pequeñas bolas de arcilla en su interior resultaron bastante comunes en este sitio arqueológico. No es que sean extraños en otros yacimientos, pero en una primera impresión parece que hay una cantidad superior de estos, principalmente en su forma ovoide-vertical (fig.18; e, f, k, ñ). Estos soportes pertenecen normalmente a copas de la variedad pequeña, mismas que suelen tener la superficie externa superior con diseños geométricos lineales incisos (fig. 12-e, fig. 13; f, h).

En la figura 18 Ej, se puede ver el tipo de copa que usa un soporte parecido al anterior, pero mucho más grande (fig. 18; j-n). Se trata de las copas de soporte medio o mediano las cuales pueden tener los soportes con decoración modelada adherida, siguiendo la “idea” de objetos semejantes de la región oriental. Aunque mantienen una misma línea formal ambas cerámicas, el desarrollo estético de las orientales no lo alcanzan nunca las aquí discutidas.


Figura 19: Asas y soportes, de e-ñ, sonoros, huecos. Asas planas; a, d. Soporte miniatura; 1. Asa de anillo; c. Ej, ejemplo de forma para j-n. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Los soportes globulares o mamiformes no son comunes. De este tipo se encontraron 2 ejemplos (fig. 18; g, h). Otra clase de soporte escaso es el de forma en “V” (fig. 18; 8, 9). En el lapso temporal 900-1350 d.C. ambos tipos de soporte serán muy comunes y se usarán en vasijas de uso diario.

Las asas no presentan ninguna novedad, y la clase más usada es del tipo plano (fig. 18; a, d). La otra clase de asa es la de una argolla o anillo en posición vertical, que va de la base del cuello al borde superior de la vasija (fig. 18, c). Ambas formas pueden ser simples o decoradas mediante modelado, como el caso “d” de la figura 18, donde la superficie superior sirvió de plataforma para elaborar un rostro.


6-Cerámica negra


Aunque la gran mayoría de la cerámica llamada negra no tiene decoración, la sola intención por parte del antiguo artesano de que el objeto fuera de ese color, hace que podamos sin temor, colocar este caso entre las cerámicas decoradas.

Hay dos formas de lograr superficies de color negro. La primera es de más fácil control, aunque lleva un tiempo extra el concluirla, se trata de la técnica del ahumado.

El ahumado se hace exponiendo al fuego cualquier vasija, una vez caliente se cubre con cera de abeja y se coloca de nuevo al fuego. Al quemarse la cera en la superficie caliente es absorbida unas milésimas, quedando la superficie de color negro azabache, brillante.

La otra técnica se conoce como ahogado. Consiste en tapar la vasija en el horno de cocción cuando ya está quemada (+/- 800º C.) con tierra suelta o arena. La falta de oxígeno que se produce en el horno ahoga los objetos provocando que la arcilla se vuelva de color negro.

La diferencia entre ambas técnicas es que el ahumado no convierte en negro la arcilla interior, mientras que el ahogado convierte toda la arcilla en color negro, de tal manera que, si se raspa o quiebra la vasija, se verá todo en negro. Otra distinción importante es el brillo superficial, ya que la cerámica ahogada no sale del horno brillante, mientras que la ahumada sí.

El brillo en algunas vasijas ahogadas se logró de varias maneras, entre las más comunes es la de bruñir las superficies y agregarle barnices, o bien aplicar la técnica del ahumado posterior a la cocción.

En la cerámica negra de la Isabela se vieron ambos casos, pero la mayoría de los objetos negros fueron hechos usando solo la técnica del ahogado.


Figura 20: Cerámica negra. Ocarina, b; base de pedestal sonora, a; inciso relleno de blanco, c. Ej, vasija moderna ennegrecida con la técnica del ahumado. Nótese que “b” conserva brillo mientras los demás casos son opacos. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



El grupo de las ocarinas negras usó ambas técnicas para ennegrecer el objeto.

En la figura 20-b se muestra el cuerpo de una ocarina ennegrecida usando la técnica del ahumado. La diferencia del resultado de ambas técnicas se puede apreciar con solo mirar los demás ejemplos de la misma figura, los cuales usaron en su manufactura la técnica del ahogado o extracción del oxígeno en el horno de cocción, haciendo que las superficies pierdan el brillo.


Material misceláneo


Aunque se encuentra ocasionalmente en otros yacimientos, siempre es de anotar la presencia de la cerámica “liviana”. Se trata de un tiesto que es tan liviano que casi podría flotar en el agua, al menos da esa impresión cuando se levanta.

Parece que a la arcilla se le agregó como desgrasante una ceniza que creo es de origen volcánico, ya que su color es gris. Lo interesante de este caso es que no se sabe para qué hacer un objeto tan liviano, salvo que fuera parte de la parafernalia de un chamán, carece de explicación.

Se podría pensar que una vasija de esta clase pudiera servir para tamizar algún líquido, pero el hecho de ser tan rara le resta viabilidad a tal explicación (fig. 21-b).

El otro caso es interesante. Se trata de un disco hecho a partir de un fragmento de cerámica común. Estos discos suelen aparecer de tamaño reducido, de entre dos y tres centímetros de diámetro sin saber para qué sirven. En este caso, el disco tiene suficiente tamaño para servir de base de torno en la fabricación de cerámica. Lamentablemente carece del desgaste propio de esta función, aunque se podría argumentar su falta de uso por ser un objeto funerario, quizá hecho simbólicamente (fig. 21-a).

Figura 21: Disco recortado de un fragmento cerámico “a”; fragmento sumamente liviano de una vasija “b”. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Lítica


Poco se recuperó del trabajo en piedra en este yacimiento, lo cual no es de extrañar ya que es uno de los materiales que no suelen aparecer quebrados en los sitios funerarios, aunque si en los habitacionales. Esto se debe a que los objetos en piedra se colocaron como ofrenda completos y solo cuando a un huaquero o saqueador se le quiebra alguno, es que encontramos tales restos.

En un extremo del montículo se localizó una gran cantidad de lascas de basalto, siendo extraño encontrar este material de desecho en un yacimiento funerario, pues lo normal es verlo en algunas localidades domésticas donde se trabajaba esta materia prima. Por más que se buscó no se halló ningún artefacto logrado de esta piedra (fig. 22).

Solo una de las lascas recolectadas presenta retoques bifaciales evidentes (fig. 22-8, parte superior), y puede que sea un raspador, pero sin huellas de uso visibles.


Figura 22: Lascas provenientes del sector oriental del monticulo. Todas son de desecho con excepcion de la 8, la cual tiene retoques bifaciales. Escala en pulgadas. Huaca Isabela



Dos fragmentos de hachas pulidas o celts se encontraron. Ambas se quebraron atrás de la culata, lo que es normal cuando un objeto de estos se golpea con fuerza por la culata en repetidas ocasiones.

Los dos casos presentan uso pos-fractura, a pesar de su escaso tamaño. El ejemplo “a” de la figura 23 tiene el filo gastado por fricción en el sentido que indican las flechas, mientras que el caso “b” de la misma figura tiene tres puntos de desgaste muy fuerte, y múltiples marcas o ralladuras que indican que se usó para raspar algo.


Figura 23: Celts pulidos o hachas pulidas. Las flechas marcan puntos de uso y reutilización. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.



Estos objetos fueron hechos con andesita, piedra que no es de la zona, lo cual explica el motivo de que fueran tan usados luego de que se quebraran. Es muy posible que estas hachuelas hayan sido colocadas en alguna sepultura, o bien, se pusieran a manera de ofrenda sobre o asociada a alguna tumba.

En el sector central del montículo se encontró una parte de un colgante de jade (nombre genérico), el cual está quebrado más o menos al medio (fig.24).

La parte conservada no tiene figura, pero si una superficie muy bruñida y lustrosa, con los huecos de perforación para colgarlo, lo que indica que es la parte superior. El lado posterior conserva las marcas del corte de la piedra y, una forma como de “quilla” que es la base de lo que lo unía al bloque. A un lado de la “quilla” cubriendo casi todo el centro del dije, los cortes oblicuos produjeron una concavidad en sentido longitudinal bastante curiosa (fig. 24, L-2).

Figura 24: trozo de figura de jade. L-1, lado frontal; L-2, lado posterior. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.




Resumen comparativo: Isabela versus Siete Cueros



El montículo Isabela marca diferencias y similitudes con el montículo Siete Cueros que, de una manera formal, sirven de comparación a todos los yacimientos de esta clase en la zona de Bagaces.

Ya desde la estructura externa tenemos elementos singulares a cada tipo de montículo (Norte y Sur). La primera diferencia es en el volumen, la huaca Isabela es más compacta, pero más alta que la Siete Cueros. Como material de construcción se utilizó en ambos yacimientos la misma clase de piedra: ignimbrita, la cual fue procesada de la misma base de la elevación en que se construyó cada uno, y el material de relleno es la misma tierra suelta de los alrededores, llamada localmente “iguanera”, por tener la característica de ser polvosa y no compacta. Pero aun así se notó una diferencia, ya que en la Isabela estaba claro que se usaron dos de estas tierras, una café clara o rojiza y otra negra, mientras que en Siete Cueros solo se usó una tierra iguanera color café claro muy mezclada con pedruscos pequeños de ignimbrita, posiblemente residuos de la base natural alterada.

Otra diferencia está en la ausencia de pilares o columnas en la Isabela, siendo un elemento típico de la huaca Siete Cueros. Los mojones también presentan una importante disminución en la huaca Isabela, donde si se observan algunos, pero muy pocos y hechos con desgano.

En cuanto a las esculturas ambos yacimientos las tuvieron, pero solo se observó una con figura animal (jaguar) en la Isabela.

El material cultural manifestado tiene la misma base en ambos yacimientos, o sea, trastos color natural de la arcilla (beige) con borde rojo, y trastos pintados de rojo decorados con línea negra y blanco o solo negra. La diferencia que se pudo observar está en la cantidad de policromos, siendo una cerámica muy escasa en la Siete Cueros, pero la cerámica “de lujo” de este yacimiento es muy superior a la de la Isabela.
Los fragmentos (cantidad) observados en la Isabela es mucho mayor que en la Siete Cueros, lo cual es un fenómeno que debe estudiarse puesto que no tiene sentido aparentemente. Lo mismo sucede con la vajilla gigante. En ambos sitios hay enormes vasijas de almacenamiento, pero el tamaño y grosor visto en la huaca Siete Cueros-La Montaña, no tiene comparación, aparte de haber una cantidad considerable de fragmentos de estos cacharros, mucho más que en la Isabela.

La presencia mayor de ciertas cerámicas y determinados modos decorativos, hacen pensar en un desfase temporal entre ambos yacimientos, pero no debe ser mucho. Lo que se aprecia –muy ligeramente, por cierto- es el auge de ciertos modos y la decadencia de otros, pero esto puede deberse a otros factores.

Se ha discutido que las diferencias sean más súper-estructurales que temporales, esto tomando en cuenta la complejidad del conjunto donde se encuentra la Isabela, que consta de tres montículos más, varias estructuras funerarias y, otras de índole desconocido. En general todos los montículos del grupo Norte tienen las mismas características que la huaca Siete Cueros, entre ellas la de no estar un montículo asociado de forma inmediata con otro.





Parte IV




Cementerio de rodelas El Pedregal






Introducción


Este yacimiento se encuentra a 262 metros sureste del montículo Isabela, y su emplazamiento se cree cubre una especie de isla, pues al oeste hay una laguna estacional y, al norte, este y sur está el río (fig. 25). La laguna hoy día solo se forma cuando llueve mucho, pero hace unas décadas se informa que permanecía la lente de agua hasta enero o febrero, y se llenaba en junio. El río es el típico de estos lugares, y se caracteriza por la impresión de que sus aguas no corren, que están estancadas. Esta visión, por supuesto falsa, es provocada por la característica del cauce entre paredes de piedra con pequeñas playas de arena y, desniveles cada 200 o 500 metros que funcionan como represas. A este tipo de río se le conoce como “hembra” o “manso”, y son navegables en canoa, aunque haya que bajarse en los desniveles y bancos de arena.

Figura 25: Ubicación del yacimiento El Pedregal. Los puntos blancos marcan aproximadamente las tumbas destruidas por la maquinaria. Se cree que el cementerio se extiende a lo largo del río. Lg, laguna.


El cementerio El Pedregal fue descubierto en el momento en que se hizo un camino tipo trocha o “carrilero” en 1978, cuando el tractor levantó una gran cantidad de piedras con fragmentos cerámicos y líticos, entre los que también salieron “asientos” (objetos en forma de columna con la parte superior plana para colocar ofrendas) (fig. 26). Los trabajadores huaquearon en ese momento cuatro tumbas que fueron destapadas por la maquinaria.

Las tumbas son del tipo rodela, o sea, un circulo de piedra con un diámetro variable de entre 1, 60 a 1, 80 metros, pero originalmente las piedras no sobresalían del suelo por lo que se mantenían ocultas. La erosión causada por el camino y la deforestación provocó que “la corona” de las sepulturas quedara expuesta.

Figura 26: “Asiento”, piedra para colocar ofrendas. El Pedregal.


Cada tumba se compone de tres o cuatro capas de piedra, no como las tumbas de La Montaña donde las piedras cubren un circulo de 1, 60 metros de diámetro por 1, 70 metros de profundidad. No hubo manera de saber más sobre la estructura funeraria de El Pedregal.

Una tumba que no fue cubierta cuando se terminó la trocha tenía en la tierra tirada al lado muelas y dientes de más de un individuo. Para que los restos óseos se conservaran, la profundidad debe ser mayor a 1, 50 metros, donde la humedad es constante todo el año (a esa profundidad, por la cercanía al río la tierra mantiene humedad durante los meses de sequía).


Materiales


Como suele suceder con todos los yacimientos funerarios de esta zona, la cantidad de fragmentos es poca. Pero en este tipo de cementerio se ha visto que es aún menor (ver La Montaña).

El poco material colectado, que corresponde supuestamente a una sola sepultura no muestra ningún cambio con respecto al del montículo Isabela.

Se observó en el área de las tumbas y, en la tierra sacada de estas, una cantidad inesperada de piedrecillas, como si hubieran sido llevadas en determinado momento al sitio y, que hubieran servido de piso a toda el área (o una parte) del cementerio (fig.32, 1, 2).


1-Material cerámico


La cerámica decorada se limita a los tipos de línea negra sobre rojo, pero al menos en un caso la forma en que se aplicó el diseño es diferente al común. En este caso las líneas negras se aplicaron horizontalmente, limitando una línea más ancha color rojo. Dos bandas iguales se pusieron abajo del borde de un bol o guacal (fig. 27-2).



Figura 27: Cerámica de línea negra sobre rojo; 1, 3, 4. Cerámica de línea roja conteniendo una línea ancha roja, sobre beige; 2. Escala en pulgadas. El Pedregal.



Aunque fragmentos de cerámica policroma no se encontraron, es factible que, si haya de esta cerámica en este yacimiento, pues dos bordes corresponden con la forma propia de una clase de policromos (fig. 28; 1, 3).



Figura 28: Bordes de vasijas. Posibles policromos; 1, 3. Resto de uso común. Escala en pulgadas. El Pedregal.



Las ollas con decorado de caracol son cerámicas siempre presentes en todos los yacimientos de esta cultura, al igual que las asas planas (fig. 29; 3). Los objetos que usan este tipo de asa siempre son escudillas o bols de borde exverso y con tres soportes, normalmente huecos (fig. 29, 1).

Dos objetos interesantes se encontraron; uno es el borde de una vasija sin cuello (tecomate). Esta forma es muy rara en la zona, aunque no se puede decir que no exista dentro del grupo de la vajilla de uso doméstico (fig. 29, 4). El otro caso es aún más extraño, pues es un cuerpo de vasija muy achatado, de perfil elíptico. Puede que haya pertenecido a una vasija funeraria de uso restringido o bien, a una ocarina grande (fig. 29, 2).



AñadirFigura 29: Cerámica decorada. 1, asa plana. 2, posible forma de uso restringido. 3, banda de estampado con caracol. 4, vasija sin cuello (tecomate). Escala en pulgadas. El pedregal.


Se encontraron soportes interesantes. Por supuesto los comunes “bala” están presentes (fig. 30; 1), pero también se encontró la sección superior de un soporte hueco y largo, similar a los vistos en la huaca Siete Cueros (fig. 30; 3).

Otro soporte especial es uno solido pero modelado en forma de cabeza humana (antropomorfo) con una estilización más propia de la región Oriental o Central de Costa Rica (fig. 30; 1). Este soporte estuvo cubierto en su totalidad de color morado, y esto no es para nada habitual en los soportes de esta región, que por lo general se dejaban del color de la arcilla, aun en aquellos de vasos de uso restringido, donde a lo sumo se les daba una pasada de color rojo en la sección superior-frontal (fig. 19).


Figura 30: Vista frontal y lateral de soportes. Escala en pulgadas. El Pedregal.


Una cerámica que no falta en esta clase de yacimientos es la de las grandes vasijas de almacenamiento (fig. 31). Sin embargo, su frecuencia absoluta observada es muy baja, repitiéndose el fenómeno antes visto en el sitio La Montaña. Puede que alguno de los yacimientos cercanos a este cementerio no sea de índole habitacional, y corresponda a una función semejante o igual a la del Cuadrante de La Montaña.

Entre los yacimientos “sospechosos” está el de Caño Piedra. Este sitio se descubre debido a la erosión de las paredes del río, dejando una sección muy determinada con una gran cantidad de fragmentos cerámicos y líticos expuestos, pero con una característica que no tiene El Cuadrante: la mayoría de la cerámica es de uso restringido, o sea, policromos, bicromos, modelados e inciso muy fino. Este sitio se encuentra muy cerca del cementerio de rodelas El Pedregal (ver figura 5).



Figura 31: Fragmentos de grandes vasijas de almacenamiento. Escala en pulgadas. El Pedregal.



Una de las diferencias que se deben anotar al comparar los montículos y los cementerios de rodelas es justamente la baja frecuencia general de residuos culturales, al tal punto, que pareciera que la superficie en los cementerios se acostumbrara barrer. En este aspecto, lo que se observa en un yacimiento no alterado suelen ser unos pocos fragmentos de estas grandes vasijas de almacenamiento. Por desgracia no queda ningún montículo inalterado, pero en vista de que en la periferia hasta unos 50 metros alejado no hay un solo fragmento, supongo que el fenómeno de limpieza también se dio.


2-Lítica   


Como ya se indicó el material lítico suele ser muy escaso, y depende de lo que la maquinaria o los saqueadores abandonen en el yacimiento.

Entre los restos observados había cierta cantidad de piedras de moler no grandes, manos en forma de bollo y pistilos. La piedra de moler tenía dos formas: una muy plana y de plato rectangular acentuado con soportes cortos, y el común de extremos levantados y soportes cónicos.

El otro objeto que había eran unos artefactos conocidos como “asientos” (fig. 26), hechos de un bloque de ignimbrita roja. Estos eran de tres formas, según se vio: 1-en forma de cono truncado, 2-en forma de “hongo”, pero con la parte superior plana y, 3-en forma de una rueda, con los extremos planos y lado circular. Según informó el propietario de la finca, estos “asientos” los sacó la pala del tractor y eran varios, los “más bonitos” se los llevaron los trabajadores, y el resto los usaron para calza en el equipo de cortar madera, quedando sus partes tiradas en los alrededores. Solo el mostrado en la figura 26 se salvó, pues sirvió de base a una piedra de afilar.


Figura 32: Lítica recuperada; 1, 2, ejemplo de las piedrecillas que llenaban el campo funerario; 3, sección de piedra de moler plana. Escala en pulgadas. El Pedregal.



No se pudo saber cuántos “asientos” aparecieron, solo se decía que fueron varios. Tampoco se supo decir si eran todos de las cuatro rodelas que el tractor destapó o si también había entre las rodelas.

En vista de que gran parte del cementerio aún estaba intacto cuando se visitó, se buscó en los alrededores algún tipo de escultura u otro elemento, como mojones o pilares. Nada de esto se halló, ni el propietario sabía de algún elemento de estos, manifestando que nunca vio cosas de esas en ese lugar. Algunas piedras parecidas a mojones se vieron en las tumbas abiertas, pero se ignora si estaban en posición vertical u horizontal, arriba de la rodela de piedra, o abajo.


Consideraciones finales


De igual manera que la huaca Isabela mantiene similitudes y diferencias con la huaca Siete Cueros, lo hacen los cementerios de rodelas asociados a estos montículos entre sí.

No hay duda de que existe una relación entre la huaca o montículo y el cementerio, pero a la vez mantienen diferencias difíciles de explicar. Da la impresión que el cementerio de rodelas funcionó simultáneamente con el montículo, pero para sepultar un grupo determinado, distinto al que era sepultado en el montículo.

Observando el material general de distintos yacimientos de la zona de Bagaces se aprecia fácilmente que hay un segmento del material que es común a todos, pero un grupo minoritario del mismo presenta diferencias importantes que pueden deberse a relaciones políticas y/o económicas con otros pueblos, o bien, al factor tiempo.

Una base poderosa encadena a todos los sitios, sean de montículo o de rodela, pero pareciera que los elementos singulares “elite” varían en densidad y presencia. Se estima que esto se dio también con el objeto más llamativo del período: el jade.   

Los cementerios de rodelas considero que también tienen diferencias estructurales según sean asociados a montículos tipo Norte o Sur, pero hay indicadores que sugieren que las diferencias pueden darse aún entre cementerios asociados a un mismo tipo de montículo. No se ha encontrado una explicación para este fenómeno sociológico que puede ser debido a factores cronológicos o, por diferencias de organización social a nivel de grupo.

Por desgracia, parece que todas las interrogantes que surgen de la observación directa e indirecta de estos emplazamientos quedarán sin respuesta, pues cada día los yacimientos que quedan son destruidos hasta sus bases por labores agrícolas, para hacer caminos y obras privadas y públicas, donde hasta las municipalidades sacan la piedra para sus obras, y los huaqueros continúan su saqueo motivados por la falta de empleo y oportunidades de trabajo.










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Apéndice 1

Anotaciones sobre la cerámica gigante usada durante el ritual funerario.


La cerámica es un medio que nos permite dar una ojeada –al menos superficial- al tipo de organización social, política y económica de un pueblo ágrafo. Es el material en que se hacían los cacharros de uso diario, los de lujo y los de culto, esto en sentido funcional.

Dioses, sueños y monstruos que amenazan la humanidad se retrataban en la humilde arcilla, también lo hacían los poderosos reyes y los grandes sacerdotes que mediaban directamente con dioses y espíritus portentosos, pero esto poco nos importa en detalle, pues lo que buscamos con los restos cerámicos es la actividad diaria, la visión de un día del remoto pasado. Para conocer los dioses están las tumbas, para conocer a quienes hicieron los dioses, está el cacharro de uso doméstico-cotidiano, y en el medio de esas dos categorías están los utensilios del ritual popular, de las fiestas funerarias y del nacimiento, de las celebraciones de cosechas y de la fertilidad, que por lo general lo usaba una especie de “clase media” antigua, compuesta por los artesanos y los chamanes secundarios, los famosos “susurradores”.

Debido a limitaciones evidentes (bajo muestreo, focalización de la muestra, origen funcional de la muestra) no se puede esperar que las observaciones logradas sean todo lo efectivas que quisiéramos. Pero si son una buena guía en contextos arqueológicos donde no hay ninguna otra, al menos razonablemente planteada.


Lo primero que llama la atención es la gran cantidad de fragmentos de utensilios de uso doméstico-cotidiano, pero en tamaños bastante más grandes que los observados en los sitios habitacionales. Son normales las ollas, tinajas y bols de entre 40 a 80 centímetros, o más, de diámetro de borde.

Figura 33: Formas más comunes de tinajas y ollas de almacenamiento. Se usaban empotradas en el suelo, al menos todo el tercio inferior estaba bajo tierra. El tamaño de estas vasijas nunca fue menor a 1, 50 metros de altura.


Esta cerámica es parte de un conjunto de recipientes usados normalmente en los ritos funerarios (al menos). Se trata de los trastos donde se preparaba la cerveza de maíz o chicha, junto con las ollas y bols o guacales donde se preparaba y servía la comida (obsérvese la figura 36-b, donde las flechas señalan un desgaste por abrasión del borde interno. Esto se produce cuando se colocan otros objetos encima cuyo peso hace que al moverlos la fricción o roce desgaste los puntos de contacto). En algún momento durante alguna ceremonia indeterminada (funeraria o no), se quebraban los utensilios usados y se hacían otros nuevos. No se puede saber si el acto de quebrar estos objetos era común a todos los enterramientos, o si se reservaba para algún momento o personaje especial.


Otro dato que hay que considerar, es que estos objetos por su gran tamaño y peso, tenían que haber estado colocados sobre o en la base de los montículos. No son objetos que pueda trasladarse individualmente, más bien tiene que haber sido un acto colectivo lo que los llevó al montículo desde el lugar en que se hicieron.


Figura 34: Curvatura y grosor de un fragmento de vasija de almacenamiento y de otra de tamaño común. 1, vasija gigante con pintura negro sobre rojo en su exterior; 2, vasija de uso doméstico-grande. Escala en pulgadas. Huaca Siete Cueros


El conjunto de grandes vasijas de almacenamiento dedicadas para el ritual o, rituales funerarios, implica que sobre o al lado del montículo había un sitio donde no solo se guardaban estos enseres, sino también donde se preparaba el alimento y la bebida que sería consumida ritualmente, algo que también sucedió en los cementerios de rodelas. En este sentido la prueba la dan algunos tiestos, cuando muestran huellas de uso. Es el caso del fragmento de la figura 36-b. El desgaste de este borde interno no se produce por poner encima otro objeto una vez, se da cuando es una acción repetida muchas veces.

Fragmentos con hollín y carbón también están entre el material perteneciente a la categoría de las vasijas de almacenamiento (fig.35). Estos prueban que se usaron algunos de estos recipientes gigantes para cocinar junto con aquellos otros reservados para líquidos, lo que a su vez se apoya en la multitud de formas que tienen estas cazuelas (fig.33), desde ollas de amplio diámetro de borde hasta tinajas de cuello restringido (fig. 36; F-1 y F-2).


En el yacimiento La Montaña (ver parte II), el sector denominado como el Cuadrante, fue un sitio donde posiblemente estaban las grandes vasijas (aquí eran realmente grandes) y donde se hacía una parte de los festejos o rituales funerarios. El Cuadrante (ver parte II) tenía asociado un área pequeña donde se depositaron cientos de vasijas quebradas y, estas no eran gigantes, sino de tamaño normal. Esto quiere decir, preliminarmente, que al Cuadrante llegaba la gente, familiares y demás, a participar del rito funerario en el cual la bebida y la comida eran muy abundantes. Terminado el evento y sepultado el individuo, los encargados destruían las vasijas involucradas en el festín ritual, quizá también las grandes vasijas de almacenamiento. Curiosamente los fragmentos de las vasijas menores se juntaban en un espacio de unos dos metros de diámetro, según se apreció, mientras que las vasijas gigantes quedaron tapizando el piso.


Figura 35: Evidencia de uso in situ de vasijas gigantescas: 1-curva típica del golpe para quebrarla con un objeto contundente y marcas oscuras de hollín. 2-sección afectada por exposición directa a altas temperaturas, creándose una capa de carbón típica de los utensilios para cocinar. Escala en pulgadas.

Hay que tener presente que hubo tres categorías de vasijas gigantes: 1- aquellas de superficies color natural, pulidas y bien hechas; 2-las de superficie cubierta con pintura roja (de naranja a púrpura) y; 3-las decoradas con emblemas religiosos, usando la pintura negro y blanco sobre rojo con modelado zoomorfo/antropomorfo. ¿se usaron las tres categorías indistintamente para cualquier miembro de la sociedad? ¿corresponde cada categoría a un grupo determinado? ¿eran los ejemplares decorados profusamente dedicados para eventos religiosos específicos? Estas preguntas y otras muchas no se pueden responder, ni siquiera a nivel hipotético como lo antes expuesto.


Figura 36: Comparación de tamaños de formas semejantes. F-1, ollas de boca muy abierta; F-2, tinajas de cuello hiperbólico. A la izquierda están fragmentos de vasijas normales, de uso doméstico, y a la derecha los fragmentos que de forma corriente se encuentran en los montículos. Escala en pulgadas. Huaca Isabela.


Los fragmentos de estas vasijas tienen un acabado de superficies muy bueno. Por dentro fueron selladas con un engobe grueso y pulidas, lo mismo que por fuera. Esto señala claramente que hubo tiempo para hacerlas, pues lo normal en otras partes es que, si acaso solo la superficie exterior y el borde interior fue pulido, acorde esto con un objeto de uso simple.

Además del muy buen tratamiento de superficies, más de la mitad de los fragmentos presenta color rojo (varios tonos) en la superficie externa, dejándose el cuello color natural como zona de contraste cromático. El color conlleva un proceso de trabajo extra que no ayuda en nada a la función de la vasija, lo que puede indicar dos cosas: 1-que el color en esas vasijas tuviera significado simbólico; 2-que el esfuerzo y tiempo extra-funcional invertido no iba en detrimento de otras actividades económicas familiares o grupales.

Sin embargo, un grupo grande de vasijas de almacenamiento no presentan ninguna duda sobre su utilidad social. Son objetos enormes colmados de complicados diseños pintados y modelados.

Esta cerámica tiene dos versiones, una compuesta por envases gigantes, y otra muy parecida (al menos se supone) pero de menor tamaño. Esta segunda es normal encontrarla como ofrenda funeraria en las tumbas, mientras que la versión gigante estaba en los depósitos rituales asociados con las ceremonias funerarias (fig.37).


Figura 37: Modo de decoración en grandes vasijas de almacenamiento. Escala en pulgadas. 

El hecho de que se invirtiera tiempo y recursos en estos objetos indica la importancia que tenían a nivel ceremonial. Me parece que, si dedicaban tanto esfuerzo a manufacturar los artefactos de diseño complejo, aquellas otras vasijas gigantes de superficies rojo monocromas también participaban ideológicamente en el ritual funerario, justificándose de este modo la inversión extra de trabajo en su acabado superficial.


Bibliografía consultada

(Partes I, II, III, IV)




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