sábado, 28 de mayo de 2016

EL PERRO PREHISPÁNICO EN AMÉRICA: DE MÉXICO A PERÚ




Introducción


 
El perro ha sido el gran compañero del hombre, puede que desde antes que este llegara a Europa central. En todo caso, ya eran socios en la caza y compañeros de vida hace más de treinta mil años, como lo atestiguan los fósiles hallados en Goyet, Bélgica y Altai, Siberia, entre otros yacimientos. El perro fue el primer animal domesticado, posiblemente por la ayuda en la caza y en la protección de los lugares en que habitaban las bandas nómadas. El modo en que esta domesticación inició, es hoy día un asunto de discusión entre los expertos.  

Evidencias de perros domésticos en América se han hallado en varias partes de Estados Unidos y México, con fechas variables entre diez mil y ocho mil años de antigüedad. Es evidente que la llegada de estos animales es muy anterior a esas fechas, pues debieron llegar con las primeras oleadas de cazadores y recolectores que atravesaron Beringia hace más de quince mil años.

Para el sur del continente americano, las fechas no son muy antiguas para restos de perros domésticos, los cuales se han fechado entre siete mil y cinco mil años en algunas muestras provenientes de Ecuador y Perú, sin embargo, es lógico que la presencia de perros sea tan vieja como la de los primeros humanos, y esto es algo que se discute fuertemente entre los eruditos, al considerar fechas muy anteriores a quince mil años en algunos yacimientos de Brasil y Chile.

En este escrito se verán diversas representaciones de perros ya en épocas bastante recientes (en términos históricos), que oscilan entre unos siglos antes de Cristo hasta la invasión europea en el siglo XVI.


Considerando la gran cantidad de evidencias de canes domésticos que aparecen por todo el continente, al exponer algunos casos que incluyan a cada país desde México hasta Perú, veremos las principales civilizaciones del continente y su modo de representar al can, aunque claro está que los perros estuvieron en cada rincón americano, eso sí, con distintas apreciaciones culturales que no siempre hicieron del perro un modelo artístico o ideológico.


Ilustración 1: Ubicación geográfica de la macro-región de México a Perú.






El perro de Norte a Sur



El perro llegó a México durante el Paleoindio, con los cazadores y recolectores de la era de la mega fauna o era del hielo, pero las primeras representaciones se dan desde unos pocos siglos antes de Cristo, mientras que en Ecuador se encuentran imágenes de perros de más de dos mil años de antigüedad.

México reportó unas cinco clases distintas de perros, desde pequeños a grandes, sin pelo a muy peludos (fig.1). Estos animales cumplieron funciones, según parece, similares a la de hoy día, o sea desde compañía hasta cuido y cacería.



Figura 1: Dos tipos de perros mexicanos según el códice Florentino, siglo XVI.


Sin embargo, en las altas civilizaciones mexicanas el perro tuvo funciones ideológicas importantes. Sirvió de representación de dioses y cumplió una importante función de compañero del hombre después de la muerte. En Tehuacán y en la Cueva del Tecolote se han encontrado entierros con perros que datan de más de cinco mil años de antigüedad, y se supone que esto se hacía para que el perro guiase a su dueño en los caminos del inframundo. Ya la muerte y su revelación posterior asusta bastante y, no es ilógico pensar en una compañía fiel en ese último viaje.



Figura 2: Perros mexicanos de Colima.




La función del perro entre los Nahuas y Mayas se da de formas complejas, por supuesto sin necesidad de hablar del vínculo hogareño, cotidiano. Como antes se indicó, el perro en estas importantes civilizaciones tuvo una representación emblemática transcendental. Un mito en la actualidad afirma que en épocas antiguas cierta clase de perro se engordaba familiarmente para comerlo, lo cual es totalmente falso, tal y como lo dice M. de la Garza “…el perro no era alimento común, sino comida ritual, como los pavos, e incluso como los mismos hombres que eran sacralizados e ingeridos en un acto de comunión con el dios (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 116). Cierta clase de perro se engordaba para ese fin tanto entre los nahuas como entre los mayas, donde aparecen en los códices asociados al signo Kan (maíz) y el pavo. Este acto de sacrificio se daba también en sustitución del hombre: “El perro es el animal que sustituyó al hombre en los sacrificios sangrientos de los mayas y nahuas, porque es el animal por excelencia del hombre y, por tanto, el que puede representarlo ante los dioses” (ídem: 117).


Figura 3: Vasija en forma de perro con una mazorca de maíz en el hocico (izquierda) y, perro engordado para sacrificio (derecha). Colima, México.



Los encargados de criar perros era personas de muy alta estima social en todo Mesoamérica. Estos personajes criaban según las fuentes históricas al menos siete clases de perros, que en el códice florentino se llamaban Chichi, Itzcuintle, Xochiocoiotl, Tetlami, Tehui, Tehuizol, Xoloitzcuintle y Tlalchichi. A la vez que se describen tres de estos animales “uno de pelo largo, abundante, orejas caídas y cola esponjada; otro sin pelo de orejas caídas y más pequeño que el anterior; otro de pelo corto, hocico afilado, orejas levantadas y color café claro(Rodriguez y Gomez , 2003 Vol.3 Nº4). El perro usado para los sacrificios entre los nahuas era el Tlalchichi y no el pelón (Xoloibcuintli o Xoloitzcuintle).


Figura 4: Perritos de Nayarit, México.


El perro también tuvo una enorme importancia como psicopompo o conductor de almas, pues se consideraba que guiaba el alma hasta el inframundo. También se creía que podían ver los espíritus, como explica de la Garza: “El perro es un ser nocturno que conoce los caminos en la oscuridad y puede ver los espíritus. Desde la época prehispánica hasta hoy, los mayas y los nahuas creen que los perros ven muy bien de noche a las almas que salen de los cuerpos cuando éstos duermen, por eso aúllan " (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 129)


También el perro aparece en todos los calendarios mesoamericanos hasta Nicaragua, donde se conocía como Izcuindi (ídem: 121). Tuvo relación con el cielo, el fuego y el Sol. Entre los mayas se vincula con la Luna, el zopilote y Chaac (deidad del agua) (ídem: 123).


Figura 5: Perrito de Nayarit, México.


Al perro se le atribuía en la mitología el papel de héroe cultural, al ser quién entregó el fuego a los hombres: “El fuego proviene del cielo, tiene un origen divino, pero también es del hombre, es creación humana. Es él quien lo enciende, y así como es símbolo del centro del mundo (Xiuhtecuhtli), lo es del centro del hogar. De ahí su vínculo con el perro, que, por ser el animal por excelencia del hogar, es quien trae al hombre el fuego celeste”, explica de la Garza (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 125). Así, la figura del perro pasa al reino de los dioses guardando ese vínculo tan especial con los humanos, dándole de cierta forma una posición especial que fue más allá del simple compañero doméstico o guardián.


Figura 6: Cabeza humana en las fauces de un perro que lo guía al inframundo. Representación Maya, México.


El dios civilizador mesoamericano es Quetzalcóatl, el cual tiene un hermano gemelo que es Xólotl, que tiene la figura del perro y representa lo contrario de Quetzalcóatl. La obscuridad, el inframundo y la muerte. Esto es así debido a la visión dual del mundo que desarrollaron estos pueblos, donde nada era una sola cosa sin tener un opuesto. Pero los opuestos también se transforman en emblemas distintos pero relacionados. Así como Quetzalcóatl era Venus, la estrella de la mañana, Xólotl lo era en su visión vespertina del mismo planeta. Esto por cuanto Xólotl tenía que transportar al Sol por el inframundo (durante la noche).



Figura 7: Versión de Xólotl entre los Mayas, México.



En palabras de la gran investigadora Mercedes de la Garza:

“El perro, en fin, es un ser que se asoció simbólicamente con los tres estratos del universo, pero fundamentalmente tiene una significación ctónica. Es celeste, en tanto que se asocia al Sol y a Venus, y baja al mundo de los hombres el fuego del Sol, pero es ante todo terrestre e infraterrestre porque simboliza a los dos astros en su aspecto de tránsito por el reino de la muerte, y por su íntima relación con el hombre, que le permite sustituirlo como víctima del sacrificio humano, y que, al conocer los caminos en la oscuridad y poder ver los espíritus de los hombres cuando se separan del cuerpo, tanto en el sueño como en la muerte, es quien conduce a las almas de los difuntos a su destino final. Hombre y perro, como en la vida cotidiana, son inseparables en el pensamiento religioso de los nahuas y los mayas”. (de la Garza, 1997, Nº27, pág. 131).



Figura 8: Representación de perros. 1, Maya, Guatemala; 2, Zapoteca, México.


La situación del perro en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua fue la misma que en México, empezando a cambiar en Nicaragua.


Una cosa muy curiosa de las representaciones del perro en Mesoamérica, son unos supuestos juguetes con ruedas, los cuales se dice servían como los carros en miniatura de los niños actuales. Son estas figurillas un tubo horizontal, con la cabeza de un perro o un jaguar en un extremo y la cola por el otro. Esto esta sostenido por cuatro soportes que a la vez llevan en su final un eje con ruedas, en algunos casos tan bien logrados que bien parecen actuales (fig.9).


Figura 9: Perros de juguete con ruedas, de soportes cortos. Izquierda, El Salvador; derecha, México central.

Figura 10: Perros de juguete con ruedas, con soportes largos. Área Maya.


En estos juguetes se puede apreciar que la rueda no era desconocida para nada por las altas civilizaciones mesoamericanas, y da para suponer que muy bien pudieron haber hecho carretillas de madera para llevar materiales de construcción, cuya tracción a fuerza tuvo que ser humana. Lamentablemente, no se ha encontrado nada que confirme lo antes dicho, pero la sola idea de hacer estos juguetes parece provenir de un modelo funcional. En todo caso, los juguetes en cuestión muestran diferentes clases de perros, con rasgos identificatorios muy bien definidos (fig.9-10).


Figura 11: Perro Xoloibcuintli o Xoloitzcuintle de México. Variedad con pelo y variedad sin pelo.

Figura 12: Crías de Xoloitzcuintle, una con pelo y otra sin pelo.


La región Maya presenta excelentes representaciones caninas, estas se dieron en pinturas, piedra y modelado (fig.13), siendo la mayoría emblemas religiosos como antes se indicó. Pero la situación empieza a cambiar entre más al sur nos movamos. Ya en Nicaragua se encuentra un sector mesoamericano reciente y muy bien definido, que comparte frontera con un sector chibchoide ancestral, que sobrevivió a la invasión de grupos nahuas en la cuenca media del río San Juan y la costa atlántica o caribeña.


Figura 13: Distintas maneras en que se representa al perro en la región Maya.


En el sector mesoamericano de Nicaragua se encuentran una serie de pequeñas y graciosas representaciones de perros “gordos”, muy parecidos a los mexicanos. En muy posible que tuvieran un valor simbólico a nivel funerario, pero también pueden ser representaciones de perros para sacrificios (fig.14).

Figura 14: Figuras en metal y arcilla de perros gordos de Nicaragua.


Algunos perros de arcilla en Nicaragua presentan muchas características de una clase de perro mexicano que hoy día llamamos Chihuahua. Esto por cuanto la cabeza es grande y redondeada y hocico pequeño y afilado (fig.15, derecha), aunque por supuesto esto es atrevido de asegurar.


Figura 15: Crías de perro Chihuahua mexicano. Comparece los rasgos generales de la cabeza con el can de arcilla de la figura 14.


En Costa Rica se dan tres tipos de representación de perros distintas, lo cual parece corresponder con áreas culturales específicas. En la región Occidental el tipo de perro en arcilla que aparece suele ser el de uno gordo, típico de la tradición mesoamericana irradiada desde Nicaragua. Es muy posible que durante algún tiempo y en ciertas circunstancias, algunos pueblos usaran el sacrificio del perro a la usanza mexicana, pero las figurillas de estos animales son muy raras y simples (fig.16, izquierda).



Figura 16: Representaciones de perros. Izquierda, perro gordo para sacrificio; derecha, perro simple con un animal encima que no parece otro perro. 


En la región Central y Oriental es frecuente una figurilla de perro solida o sonajero realizada de modo muy simple (fig.16, derecha). Estas figurillas siempre tienen un hoyo en la sección media del cuello para llevarlas colgadas o, para colgarlas en algún lugar. El significado de estos perros no parece tener relación alguna con aquellos de origen maya o náhuatl, aunque pudieran haber tenido algún vínculo con la muerte.

En piedra encontramos en Costa Rica algunas imágenes de perros. En la región Occidental, donde hubo un gran desarrollo escultórico, es donde vemos los mejores retratos de cabezas de canes, los cuales tradicionalmente han sido identificadas con coyotes (fig.17; 3). Sin embargo, las facciones de estas imágenes son muy bien detalladas y no calzan de modo exacto con el coyote. Si consideramos que en esta región era limítrofe con las regiones ocupadas por grupos nahuas, lo más coherente es que las efigies de cánidos en piedras de moler correspondan a alguna deidad mesoamericana, o bien a algún otro aspecto religioso relacionado con el perro (símbolo calendárico, por ejemplo).


Figura 17: Formas de perros esculpidos en piedra. Costa Rica.


En la región suroccidental se encuentran ocasionalmente unas esculturas cinceladas en bulto de modo simple que representan varios animales, entre los cuales están los perros (fig.17; 1, 2). En esta región no se encuentran perros en ningún otro material, lo que resulta curioso y quizá se deba a una falta de muestras más que a otra cosa.

En las culturas colombianas el perro se representa poco, con excepción de la región de Tumaco, donde nuevamente aparece en una serie de vasijas efigie.


Figura 18: Representación de perro en metal. Colombia.


Sin embargo, figuras perrunas suelen verse en remates metálicos de bastón en diversas partes colombianas. Estas figurillas muestran un retrato de perro muy bien logrado, y en ningún caso aparecen los perros gordos tan comunes en Mesoamérica. Estos vuelven a aparecen en la región fronteriza Colombia-Ecuador, donde se aprecia que la función del perro fue muy semejante a la de Mesoamérica (fig.19).


Figura 19:  Vasijas de la región de Tumaco, Colombia. A la izquierda un personaje juega con un perro; a la derecha un perro d apariencia momificado, símbolo relacionado con la muerte.


En Valdivia, Ecuador, se localizó una cultura compleja que se toma entre las primeras en desarrollar la cerámica en el continente, en la cual encontramos las primeras representaciones de perros (fig.20). El perro en esta sociedad jugó un papel muy importante como compañero familiar y la caza.

Las viviendas Valdivia se hicieron en montículos de tierra artificiales, y en su suelo se enterraban los muertos familiares. Durante las excavaciones se encontraron numerosos perros acompañando a sus amos en la muerte, como pasó también en las civilizaciones mesoamericanas tempranas.


Figura 20: Cuenco cerámico Valdivia, Ecuador. En esta sociedad se dieron las primeras y más antiguas representación de perros en América.


En los diversos objetos de Ecuador se ve al perro en sus dos grandes dimensiones, la del compañero familiar, del hogar, y la del compañero en el viaje final, en la muerte. De cierta manera este dualismo existe hoy día en muchos estratos sociales de toda América, y esto es así por el lazo tan antiguo entre el hombre y el primer compañero de este en toda su historia. Si algo es bueno en la vida, lo será en la muerte.

La cultura Huancavilca de Ecuador, heredera de la de Valdivia, también dejó múltiples representaciones de perros, y fue normal enterrar perros familiares con sus socios humanos. Nuevamente las distintas imágenes de canes reflejan dos vertientes ideológicas, aquella relacionada con la muerte y, la de mascota familiar.


Figura 21: Botella en forma de perro. Huancavilca, Ecuador.


Es interesante hacer notar que, entre más avanzada una cultura determinada, más imágenes que involucran perros encontramos. El perro en su condición de auxiliar y compañero, no solo lo fue de los núcleos familiares, sino que acompañó a los grandes reyes tanto en vida como en muerte. En Perú, los reyes moches tenían al menos un perro entre sus bienes más selectos, tanto, que debían acompañar al rey en la muerte y el otro mundo (fig.22).

El sensacional descubrimiento de la tumba del rey de Sipán puso al descubierto que casi todas las figuras que se miran en el arte de esta cultura son representaciones de la realidad. Es como si la civilización mochica hubiera “escrito” en imágenes todo, desde las escenas más comunes y domésticas, hasta de los más altos personajes y sus acciones públicas.


Figura 22: Arriba, tumba del Rey de Sipán. Abajo, reconstrucción del rey y sus allegados, con los atuendos exactos. La flecha amarilla en ambos casos muestra el perro del rey. Museo del Señor de Sipán, Perú.


En estas cerámicas moches es muy común el perro acompañando familias del pueblo (fig.23), y en acciones militares de reyes y otros poderosos señores de los diversos reinos de ese momento. Incluso, el perro aparece en actos zoofílicos con mujeres (fig.24).



Figura 23: Grupo familiar y sus mascotas: guacamayos y perros. Moche, Perú.


Figura 24: Acto zoofílico. Cultura moche, Perú


Al igual que entre los nahuas y mayas de Mesoamérica, en los moches aparece el perro en función de un dios u potencia espiritual importante. Normalmente este emblema religioso se representa como un perro sentando con las patas delanteras retraídas, en esa pose tan común de los canes de hoy día cuando piden comida (fig.25, 3). La importancia ideológica del perro también se prueba en emblemas reales de cobre, como una cabeza de este material encontrado en la tumba real del ancestro del rey de Sipán (fig.25, 2).



Figura 25: Representaciones de perros en Perú. 1-Chavin; 2, 3-mochicas.


Las figuras de canes peruanos más comunes fueron las que aparecen en botellas de pico y puente tanto chimúes como moches. Esto objetos de uso común de la elite de la costa norte peruana muestran dos clases de perros. Uno con pelo y manchas de color pardas y, otro de la clase sin pelo semejante al mexicano (fig.26). El perro sin pelo fue descrito por los europeos como usado en sacrificios por los incas, al igual que en México, y también se menciona que el propio rey Inca tenía uno, lo mismo que otras familias de la nobleza. Al respecto, durante las excavaciones realizadas por Hiram Bingham en Machu Picchu, al menos el entierro con más ofrendas de lujo pertenecientes a una mujer, tenia a su perro enterrado con ella (Birngham, 1949: 319).

El perro sin pelo parece que fue muy popular en toda la costa peruana, pues es muy representado en vasos de la cultura Chancay, donde se enfatiza el motivo de la perra dando de mamar a sus crías, las cual podían ser con o sin pelo, distinguiéndose cada cual por las manchas o la ausencia de estas.


Figura 26: Vasos en forma de perro con y sin pelo. Perú.


Figura 27: Representaciones de perros de la cultura Chancay. Fertilidad y muerte.



Las imágenes de perros de Chancay guardan un gran parecido con las mesoamericanas en términos simbólicos elementales. Por un lado, unos vasos enfatizan siempre en una perra y sus crías, nunca esta flaca sino más bien se aprecia en muy buen estado de salud. Por otro lado, aparecen figuras de perros que más parecen momias, pues se marca muy bien la columna vertebral expuesta y las costillas. En toda la región del Pacífico americano, esta forma dual de representación tiene relación con la fertilidad y la muerte.



Figura 28: Perros peruanos. Variedad con y sin pelo.




Comentarios finales



Como se dijo al principio, el perro acompañó al hombre desde su ingreso al continente, entre las primeras partidas familiares de cazadores y recolectores, con lo cual no es de extrañar encontrar imágenes de canes en todo  el continente, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y de oceáno a oceáno. Pero fue entre las civilizaciones más importantes y sus bordes, donde vemos una gran cantidad de representaciones de perros, mismas que suelen enfatizar en dos aspectos: el cotidiano y el simbólico.

No se sabe cuantas clases de perros hubo en América, cuantas razas puras y cuantas mestizas. Se tienen datos relativos sobre perros cruzados con lobo en Teotihuacán, México, donde se encontraron estos como residuos de sacrificios (Rodríguez y Gómez , 2003 Vol.3 Nº4). Cruces de perros con coyotes aun hoy día se practican por parte de algunos aficionados a la cacería, señalando que son perros magníficos pero poco fiables, esto, al menos en Costa Rica Occidental.

A lo largo de la historia siempre se buscó fortalecer determinadas características, haciendo cruces entre variedades o especies semejantes, y de todo esto es que surgieron los perros autóctonos que los europeos vieron y describieron, y de los cuales quedan algunas clases puras, principalmente en México y Perú.

El perro en la antigüedad fue retratado en todas las formas posibles, desde el can familiar, acompañando a sus amos o jugando con alguien, hasta en su dimención celeste, como dioses o héroes culturales. También sirvió de símbolo de abundancia, así como de la muerte. El símbolo de la muerte con el perro parte de una lógica unión muy fuerte con el ser humano, misma que se quiere sea eterna, y que así como vivieron y compartieron juntos la vida, lo harán también en ese otro mundo oscuro y misterioso que a todos nos llegará el momento de conocer.








Bibliografía




Antonio Aimi, Walter Alva y Emilia Perassi (eds.) (2008). Sipán: El Tesoro de las Tumbas Reales. Fondo Italo Peruano, Giunti Arte Mostre Musei s.r.l. Prato. Italia114-137.

Bingham, H. (1949). Machu Picchu: La ciudad perdida de los Incas. Santiago de Chile: Ed. Zig Zag.

de la Garza, M. (1997, Nº27). El perro como simbolo religioso entre los Mayas y los Nahuas. Estudios de la cultura Nahuatl, 111-133.

Rodriguez y Gomez . (2003 Vol.3 Nº4). Animales en el Mexico Prehispánico. Imagen Veterinaria, 46-52.